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La Palma, más allá del volcán.

Había ganas de ir a La Palma y saber más sobre volcanes y con la relajación de las restricciones y sobre todo con una oferta de Ida y vuelta de 19€ con Ryanair no me lo pensé dos veces.

Lo primero es elegir el alojamiento, por la orografía de la Isla todo va a estar lejos siempre, pero si quieres visitar la isla entera yo recomiendo o Santa Cruz de La Palma, El Paso o alguna localidad que quede entre estas dos. En nuestro caso cogimos un apartamento en El Paso.

Lo siguiente es el coche, siempre cojo el más barato con seguro a todo riesgo, pero de haber conocido la isla quizás hubiese optado por un automático lo más pequeño posible, más tarde lo entenderéis.

Ya en La Palma lo primero que hay que hacer, como siempre que llego a Canarias, sea a la hora que sea es buscar unas papas arrugas con una cervecita. Para ello nos dirigimos a la capital Santa Cruz de la Palma.

Al ser una ciudad muy pequeña, en la que su núcleo urbano no supera las 14.000 personas dejamos el coche a las afueras y nos movemos a pata.

La ciudad dejó de crecer hace mucho tiempo básicamente porque está encajonada entre el mar y montañas altísimas, que por otro lado provocan admiración mires hacia donde mires.

Esta ciudad se fundó en 1493 bajo el curioso nombre de Villa Apurón y fue la primera ciudad de España con un alcalde elegido democráticamente.

Pero al lío, necesito mis papas y que sean las 10 de la mañana no ayuda. Tras un rato de paseo por las empedradas y coloridas calles de la ciudad por fin en el Restaurante La Placeta me las sirven, además acompañada de una de mis cervezas de desayuno preferidas, la Tomasa de Gara.

Ahora ya si podemos empezar a turistear y sin movernos apenas nos encontramos los balcones del paseo marítimo. Estas casas tienen la curiosidad de tener la puerta hacia el interior de la ciudad y la trasera dando al mar, además estas balconadas de influencia portuguesa y árabe son únicas de esta isla, siendo este conjunto el más representable por la variedad cromática y estilística que se agolpa en pocos metros.

Atravesamos la ciudad y en el lado norte nos encontramos un barco encallado en mitad de una plaza. Este barco no es precisamente tan solo un barco sino que además de ser un homenajea al Santa Maria, con el Colón llego a América, es también el Museo Naval de la isla.

Aún más al norte encontramos el Castillo de la Virgen en lo alto de una colina, pero no se puede acceder a su visita.

Volviendo al sur nos dirigimos hasta el otro castillo con más historia de la ciudad, el Castillo de Santa Catalina. Este está situado a nivel de mar. Data del 1554 y fue construido para defenderlos de incursiones piratas ya que el año antes el pirata Patapalo saqueó y destruyó la ciudad por completo.

Muy cerca, en la Plaza de San Francisco nos encontramos con la biblioteca, la escuela de música y la parroquia dedicada al mismo santo, en la que se encuentra la imagen del Señor de la Isla, la imagen más venerada de la ciudad

Más al sur está la plaza de España donde encontramos la iglesia renacentista de San Salvador, con bonitos artesonados que puedes visitar.

Volvemos a atravesar las bonitas calles del centro para llegar hasta el elevador de San Telmo que nos lleva hasta el barrio homonimo.

Este Santo es el patrón de los marineros que cuenta con una ermita en su honor en el punto más alto, que servía como defensa del barrio donde vivía la gente que trabajaba en el mar.

Antes de dejar la capital llenamos el buche en la arepera El Encuentro, con unas arepas, unas cachapas y otra cervecita de Gara.

Terminada la visita a la capital ponemos rumbo norte hacia el Parque Arqueológico del Tendal.

La visita se compone de dos partes, en la primera tenemos un museo donde nos enseña desde la flora y la fauna autóctona hasta el modo de vida de los palmeros nativos, los benahoaritas.

En la segunda hacemos la bajada hacia la cueva con nuestra guía, durante la bajada no solo aprendemos sobre el yacimiento en sí, si no también sobre la isla, su historia y su situación actual.

Los benahoaritas llegaron a la isla hace unos 3000 años, no está claro cómo llegaron y hay varias hipótesis. Puede ser que se perdieran, que fuera una especie de cárcel o simplemente les llevaran de colonos y les olvidaran allí, pero teniendo en cuenta que vinieron con agricultura y ganadería, trajeron sus propias semillas, útiles, animales como cerdos, cabras, ovejas y perros y que eran algo más rudimentarios que las de las potencias de la época yo me quedo con la teoría de que fue un pueblo que huyó de los conquistadores y se refugió aquí.

El arte de esta cultura se caracteriza por los petroglifos, que son una especie de grabados o pinturas en las cuevas, que puedes observar en determinados de la isla. Al estar aislados no evolucionaron mucho y prácticamente vivieron en la prehistoria hasta la llegada de los europeos a los que les fue muy fácil conquistarles.

Pero los benahoaritas no solo trajeron su cultura si no que se adaptaron a estos ecosistemas, por ejemplo aprendieron las propiedades curativas de ciertos bejeques y a drogarse y pescar con otro tipo distinto de estos. También recolectaban frutos tales como dátiles, madroños o piñones.

La cueva pertenecía al cantón de Adyahamen, una de las tribus prehispánicas. Contaba con al menos 27 viviendas, una zona de trabajo y otra de almacén, delimitado por una especie de cortinas. Actualmente hay construcciones en piedra hechas por pastores, que nada tienen que ver con las originales.

Era una ubicación muy buena ya que en la antigüedad este barranco contaba con agua todo el año. También hay varias necrópolis y petroglifos.

Desde aquí y siguiendo hacia el norte llegamos a la Cascada de los Tilos. Tiene un buen parking donde dejar el coche, bueno en realidad varios pero nosotros lo dejamos en el primero para poder disfrutar del camino que es una pasada, es un bosque tropical de laurisilva con montañas muy escarpadas.

Lo primero que vemos es un pinzón común, un pájaro pequeñito de bonitos colores que vino a pedir comida, cogió unas migas y nos abandonó.

El recorrido es una pasada y llega un momento que cruzas un túnel excavado en la roca y de repente te das de frente con una cascada enorme.

Curiosamente la cascada cae y desaparece ya que tienen todo el agua canalizada desde allí dejando el cauce del río prácticamente seco, cosas que te hacen pensar si cabemos humanos y naturaleza en el mismo planeta.

Bajamos el barranco para llegar a la destilería de Ron Aldea. Esta fábrica tiene más de 100 años de historia, eso si interrumpid, que ha hecho que sufra varios cambios. La casa abrió en 1916 en Gran Canaria y llego a cerrar dos veces, la primera por la primera guerra mundial y la segunda debido a que la caña de azúcar en Gran Canaria dejo de ser rentable y se empezó a plantar tomate para exportar, lo que les dejó sin materia prima a la destileróa y la fábrica se mudó en ese momento a la isla de la Palma.

El producto es totalmente artesano y local, las cañas de azúcar son de las plantaciones de alrededor y allí es donde se muelen para sacar el jugo, porque no hacen el ron con melaza si no con el jugo.

También tienen un destilador único diseñado y patentado por ellos mismo.

Puedes visitar su fábrica ya que está abierta al público, situada en un balcón hacia el mar con unas vistas privilegiadas.

Al lado de la fábrica te puedes dar un baño en una de las mejores piscinas naturales de la Isla, que es Charco Azul, aunque nosotros elegimos para ello La Fajana, el color no es tan espectacular pero es algo más grande y para nadar un poco viene mejor.

Fresquitos nos dirigimos a la última visita del día, el pueblo de El Tablado, dicen que el más aislado de la isla, quizás sea por los 20 minutos que tardas en recorrer los 7 km que hay desde el cruce de la carretera principal, una carretera estrecha, con mucha pendiente y curvas, o quizás por estar encallado entre dos barrancos.

La primera recomendación es que aparquéis en el primer sitio que veáis ya que las calles del pueblo no solo son estrechas si no que acaban en un barranco y maniobrar es delicado y eso que ese día no nos encontramos con nadie en todo el pueblo.

Dicen que hay un bar en el pueblo pero no lo encontramos, lo que si encuentras es paz y muchos dragos.

El Tablado fue el lugar por donde bajaban madera y carbón de la montaña para exportarlo, en ese entonces la población rondaría los 400 habitantes, pero con el abandono de la exportación y el aislamiento fue menguando hasta llegar a los actuales 40 habitantes, la mitad de ellos alemanes. Su nombre viene de las típicas casas de tablado que son casas con cubierta de madera de tea que se construían en la antigüedad, a pesar de ello esa construcción es escasa en el tablado debido a un incendio en 1902 que se llevó todo a su paso.

Vamos al apartamento que alquilamos situado en El Paso y dejamos las cosas para ir a cenar muy cerquita de allí, en el Restaurante La Cascada, un restaurante de comida casera especializado en carnes a la brasa, muy recomendable. Probamos a parte el queso palmero al horno y los chicharrones palmeros que son como torreznos rebozados en gofio, incluso aún más densos que los castellanos por el gofio, que recoge la grasa y le da un aporte de hidratos que lo convierten en una bmba calórica.

El segundo día arranca pronto para ir al Roque de los Muchachos, el punto más alto de la isla con 2426 metros.

Paramos a desayunar en un restaurante que vimos de camino, Los Almendros, no esperéis nada espectacular, pero todo correcto.

Seguimos la ruta despacito, ya que la lluvia no daba tregua, de repente la lluvia se transforma en niebla, una niebla densa que apenas dejaba ver. Con cuidado seguimos la ascensión y sin darnos cuenta habíamos salido de esa zona. Curiosamente toda la zona de lluvia y niebla tenía una vegetación espesa y tropical, una autentica selva y al salir de esa zona la vegetación eran pequeños arbustos. Eso es porque La Palma por su orografía tiene muchos ecosistemas distintos, el noroeste predomina el tropical con vegetación muy tupida, al noreste los bosques perennes de pino canario marcan el paisaje, al sur hay gran zona de Malpeis y en el centro por su altura dominan los arbustos y matorrales.

Nos llama la atención unas plantas de forma fálica con muchas flores moradas que crecen a los lados de la carretera y paramos a verlos. Se llaman Tajinaste y coincidió que fuimos en la época de floración que es un auténtico espectáculo.

En concreto este tipo de tajinaste es endémico de esta isla y crece a partir de los 600 metros.

Además desde este punto puedes observar un fenómeno prácticamente perenne en la isla que se llama el mar de nubes, que no es más que una acumulación de nubes que se dan alrededor de la montaña y que al estar a una altura de unos 1200 metros atraviesas y puedes verlas por debajo de ti.

Seguimos subiendo y hacemos parada en un punto en el que podemos ver distintos estratos del suelo muy marcados y llamativos que alterna colores rojizos, amarillos y grisáceos.

La siguiente parada antes de llegar a la cima es en el mirador de los andenes. Aquí según dicen suele haber una pareja de cuervos, que no tiene ninguna vergüenza y vienen a pedirte comida. Nosotros solo encontramos uno, pero no solo es que te pida comida, si no que te la coge directamente de la mano.

Desde este mirador se puede ver el parque de la Caldera de Taburiente pero hay otro mirador mejor, para el que tienes que andar muy poquito.

Muy cerquita de la cima esta nuestra penúltima y más interesante parada, el centro de visitantes del Roque de los Muchachos.

En este centro aprendí lo poco que sé sobre los observatorios estelares de La Palma. El centro es bastante grande, cuenta con varias salas. En la primera tenemos una gran mesa interactiva que mediante sombras podemos ir viendo todos los telescopios de la isla, su historia, como funcionan e incluso alguna de las fotos que hacen.

Después pasamos por un pasillo en el que tenemos un poco de historia sobre astronomía para llegar a otra sala interactiva en la que descubres porque todos los países usan Canarias y en concreto La Palma para para instalar sus telescopios.

Resumiendo, La Palma al ser una pequeña isla no tiene casi contaminación lumínica, además las políticas de la isla ayudan a que esto suceda ya que no se puede sobrevolar la isla, no puede haber vuelos en horario nocturno que lleguen o salgan de la isla y la iluminación pública debe apuntar hacia abajo, además es bastante escasa.

También el mar de nubes filtra también la luz de abajo y la que se pueda reflejar en la noche y además la altura a las que están situados ayuda a tener un cielo extremadamente limpio.

Bajamos una planta, aquí lo primero que nos encontramos es una sala donde nos enseñan el funcionamiento de los telescopios de la isla, meteoritos y un montón de cosas sobre el cosmos y los cuerpos celestes.