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Extremadura, en busca del ibérico.

Con un puñado de días libres y poco tiempo para preparar un viaje cogimos el coche e hicimos un viaje totalmente improvisado por Extremadura.

La primera parada fue Trujillo y para abrir boca fuimos ver la cervecera de Belona y probar sus cervezas.

Con el primer objetivo cumplido comenzamos la parte turística. Empezamos por la Plaza Mayor que estaba completamente atestada de vehículos, curioso para ser un lunes por la mañana.

Es una plaza muy grande e imponente de estilo renacentista, esta rodeado de varios palacios y de dos iglesias. También una estatua de Pizarro, conquistador del Perú. Y es que Extremadura y Trujillo fue la tierra de muchos exploradores de las américas como el ya nombrado Pizarro, Francisco de Orellana, descubridor del Amazonas o Diego García de Paredes. Estos conquistadores trajeron sus ganancias a Trujillo donde sus familias construyeron los majestuosos palacios que rodean la plaza.

Paramos a comer tranquilamente en el Corral del Rey, de entre todos los que había en la plaza era el que tenía una carta un poco más novedosa. Pedimos el menú degustación y para beber cerveza del mismo pueblo, pero no tenían, primer error.

Combinaban platos muy buenos con otros que no nos dijeron mucho, pero lo peor fue el principal que era un mini entrecot para compartir entre dos, a los 100 gramos no llegaba.

Con un pelín de hambre seguimos la ruta. En lo alto del pueblo se divisaba un castillo, así que subimos. Este castillo que data del S IX fue construido por los bereberes y ampliado siglos más tarde ya que Trujillo fue una ciudad muy importante a partir de los Reyes Católicos.

Bajando de el castillo nos encontramos dos cosas curiosas, la primera una alberca, dicen que tiene origen romano pero que los que más la usaron fueron los árabes.

Tiene 14 metros de profundidad y ahora misma tiene un agua bastante clara con carpines de colores.


La segunda fue la clínica del Doctor Caldito, imaginamos que especializado en resfriados.


Acabamos aquí con Trujillo y nos vamos para Cáceres donde reservamos una casa según vamos.

Llegamos ya de noche, y como el apartamento que cogimos estaba en el centro nos toco andar un ratito, ya que el centro es intransitable en coche, cosa que no nos importa pero que hay que tener en cuenta.

Cáceres es una ciudad que sin tener nada excesivamente reseñable, tiene mucho encanto.

Si que es verdad que podemos destacar el Palacio de las Cigüeñas, con su alta torre, ya que fue la única que Isabel la católica dejo sin desmochar en Cáceres y que Diego de Ovando construyó sobre un alcázar árabe.

Pero sin duda lo más impactante es su plaza mayor, rodeada de varios edificios emblemáticos como las torres de la Yerba y de Bujaco, el Palacio de Moctezuma o la Ermita de la Paz.

Desde la plaza mayor puedes perderte por sus callejuelas y disfrutar de este recinto medieval.

Terminamos la noche con una buena cena en Restaurante Albalat, la comida estaba bien, pero me temo que el ibérico no era ibérico y no tenían una buena cerveza en la tierra de Sevebrau o Ballut, muy triste.

Empezamos la mañana y desayunamos en Zeri´s, un sitio así modernito que está bien, aunque para lo que es Extremadura es carillo, pero al menos es algo distinto.

Después repetimos nuestro paseo nocturno para ver el contraste con el día y porque el centro de la ciudad de verdad merece la pena.



Al terminar bajamos a la Cueva de Maltravieso, pero estaba cerrada y sin visos de que abriese en un futuro cercano, una pena ya que es una cueva con muchísimas pinturas rupestres.


Con desilusión seguimos nuestro viaje hasta Mérida. Al llegar dejamos el coche muy cerquita del acueducto, pero al lado contrario del centro, justo antes de cruzar el arroyo Albarregas.

El acueducto es llamado de los Milagros, no porque pasara nada extraordinario si no porque sorprende el estado de conservación, claro que viniendo de Segovia como que se te queda corto.

A diferencia del nuestro que es de grandes bloques de piedra, este está hecho de ladrillo y granito. La zona de los arcos tiene más de 800 metros y a pesar de que en la ciudad afirman que es del S I y de origen romano no está claro si es romano o visigodo con influencias bizantinas.

Cruzando el arroyo llegamos al centro y justo antes de llegar al Teatro nos encontramos el Museo de Arte Nacional Romano que para nuestra sorpresa era gratuito y en el que puedes encontrar cientos de obras romanas, desde mosaicos o esculturas hasta armas o monedas, sin duda un sitio 100% recomendable.

Justo al lado esta la entrada al Teatro Romano, la entrada cuesta 12€ pero por 16€ tienes la conjunta que te permite entrar a todos los monumentos y esa fue la que escogimos.

Empezamos por el Templo de Diana, por fuera es una pasada, pero la visita interior no tiene nada de especial. Es el único templo que se conserva de la antigua ciudad de Emerita Augusta, capital de la provincia romana de Lusitania.

Bajamos hasta el Puente Romano. Este puente cruza el Guadiana, mide casi 800 metros, tiene 60 arcos y no solo ha soportado de manera excepcional el paso del tiempo si no que hasta 1991 también era el acceso de los vehículos que entraban a la ciudad.

Sin cambiar de margen remontamos el río hasta encontrarnos con el Área Arqueológica de la Morería que con 12.000 m2 es uno de los yacimientos arqueológicos del mundo.

En ella podemos ver la evolución de la ciudad desde la época romana hasta la visigoda, además de las murallas romanas con 3 metros de espesor.

Como curiosidad destacar que esta muralla fue destruida por después de las revueltas eméritas por el Califa. Estas revueltas eméritas no tienen nada que ver con Juan Carlos, aunque a estas alturas no nos sorprendería.

Resulta que sobre el año 830 hubo en Mérida (Emerita, de ahí el nombre) una revuelta de los antiguos cristianos y los bereberes que alentados por astures y francos se revelaron. Tras un largo asedio, la ciudad cedió y para evitar futuras rebeliones el Califa destrozó la muralla para que no se atrincheraran y también se llevó por delante la puerta del puente, orgullo de los locales y en su lugar colocó una gran Alcazaba para defender y controla el puente, que por cierto es nuestra siguiente parada.

La Alcazaba es la fortificación musulmana más antigua de la península y consiste en un recinto amurallado que podía dar cabida a un gran número de tropas y desde donde se controla el río y el puente.

Quizás la parte más atractiva que queda en pie es su aljibe por el que se filtra el agua del Guadiana y les suministra de agua potable.

Este lugar ya había sido importante para romanos y visigodos, así que tras la conquista cristiana de Mérida este recinto quedó en manos de la Orden de Santiago, una orden religiosa militar, parecido a los templarios.

Terminada la visita y ya con gusa nos vamos a comer, vimos al llegar un restaurante con un menú que tenía buena pinta, se llama las delicias del ibérico. Pinchamos, pero bien, sin duda el peor sitio de todo el viaje, el menú no era ni caro ni barato, pero la calidad era pésima, sobre todo el supuesto ibérico, que era cerdo normal y corriente y encima crudo y frío.

Resinados y engañados nos vamos a ver lo poco que nos queda de la ciudad y empezamos por el anfiteatro. El estado de conservación es excepcional y se puede visitar todo el recinto, incluso tienen una entrada al ruedo con la que te sientes como el auténtico hispano de Gladiator.

Lo que no se si sabéis es que todo lo que nos enseñan en las películas es totalmente falso, en realidad los gladiadores se parecían más a los luchadores del pressing catch que a lo que vemos en las películas y aunque si que es verdad que la mayoría eran esclavos, eran esclavos que vivían muy bien y eren grandes estrellas. Las luchas eran simuladas y casi ninguno solía morir, entre otras cosas porque si moría el organizador tenia que pagar el gladiador y eran muy caros, para ver sangre usaban condenados a muerte, a los que se ridiculizaba y se lanzaban contra el gladiador completamente indefensos.

Justo al lado del anfiteatro tenemos el Teatro, otra pasada que aún conserva su estructura y muchas esculturas y que aún a día de hoy en él se siguen representando obras teatrales.

Detrás del teatro tenemos un recinto donde se sitúa la casa basílica, que es el primer sitio donde se reunían los cristianos romanos, el peristilo que era como una especie de parque y las letrinas.

Muy cerca también la casa del anfiteatro, es una gran vivienda construida extramuros y con un patio ajardinado en el centro, la visita es muy recomendable ya que tiene varios mosaicos en el suelo que se conservan casi intactos.

Para terminar con la Mérida romana nos vamos al circo, que es un recinto enorme en el que se celebraban carreras de carruajes, en este punto ya no nos entretuvimos mucho, entre otras cosas porque tampoco puedes entrar y se ve desde una terraza.

Nuestro ultimo punto en Mérida fue la cripta de la Basílica de Santa Eulalia, ya que la basílica en si no entraba en el bono.

Esta Santa, patrona de la ciudad, fue una niña perseguida por el Imperio Romano por ser cristiana y se supone que está enterrada en esa cripta.

Tras un paseillo por el centro terminamos la visita y nos vamos a Badajoz.

Al llegar a Badajoz llovía a mares y nos fuimos a tomar una cerveza con nuestros amigos de Lusitania compañía del lúpulo, una tienda muy original ubicada dentro de su propia agencia de viajes y donde compartimos experiencias de cervezas y viajes. Si alguna vez quieres un viaje cervecero ponte en contacto con ellos.

Y para acabar el día nos fuimos a La Balluteria, el taproom de cervezas Ballut donde además de tomar unas cervecitas muy buenas comimos de maravilla, patatas bravas, pulpo y secreto ibérico, que este si que sí era ibérico.

Aprovechamos para buscar hotel y solo había dos opciones, hoteles muy cutres por 70€ u hoteles de 5* por 80€ y obviamente nos dimos un homenaje. Aunque para ser un 5* el NH Gran Casino de Badajoz deja mucho que desear, duchas rotas, algo sucio…


En Badajoz nos comentan que tampoco tiene mucho interés turístico, pero que no nos podemos perder su Alcazaba, la más grande de Europa, con una muralla de más de un kilómetro, aunque en su día fue de más de 6km.

Dentro del recinto hay un museo gratuito, el Museo Arqueológico provincial de Badajoz, que cuenta con interesantes mosaicos y petroglifos.

Puedes dar un paseo por sus murallas y pararte en la Torre de Espantaperros, desde este lugar tienes una bonita vista de la plaza alta. Esta torre recibe su nombre de la gran campana que cuando la hacían sonar lo perros empezaban a aullar y se alejaban del lugar, bueno o no.

Terminamos la visita con un paseo por las calles del centro, para ver la vida de la ciudad.

Antes de emprender la vuelta vemos un cartel que pone Portugal 5km, y no pudimos resistir la tentación de cruzar la frontera.

Lo primero que nos encontramos fue una carnicería hasta arriba de coches y como no tuvimos que parar, los precios eran de risa y la calidad de carne buenísima, un gran acierto.

Lo segundo que nos encontramos fue un pueblo llamado Elvas y justo antes de entrar en el centro del pueblo vemos un enorme acueducto, el Acueducto de Amoreira, que es considerado el más grande de la península con más de 800 arcos. Eso sí no es acueducto antiguo ya que se finalizó en 1620.

Elvas es una ciudad amuralla con dos murallas en forma de estrella y escoltada por otras siete fortalezas en las colinas que lo rodean.

Desde arriba sus vistas son espectaculares por esa forma de estrella, pero también desde dentro puedes disfrutar de varios lugares como su castillo, sus murallas, su plaza, sus callejuelas o los museos y templos gratuitos que hay repartidos por el municipio.

Pero antes de irnos hay que probar la gastronomía portuguesa y paramos a comer en la Taberna do Bom Petisco una de esas pequeñas tabernas de carta escasa y comida casera, donde hasta el simple acompañamiento de ensalada está buenísimo, donde las patatas fritas cortadas a mano te transportan a tu infancia y donde el ambiente te hace sentir como en casa. Así es este pequeño bar a las afueras de Elvas que no encontrarás en ningún perfil de influencers ni de bloggers y que solo el destino nos permitió encontrar.


Así tras un día con pleno en aciertos de decisiones improvisadas volvemos a casa contentos.

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