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La Palma, más allá del volcán.

Había ganas de ir a La Palma y saber más sobre volcanes y con la relajación de las restricciones y sobre todo con una oferta de Ida y vuelta de 19€ con Ryanair no me lo pensé dos veces.

Lo primero es elegir el alojamiento, por la orografía de la Isla todo va a estar lejos siempre, pero si quieres visitar la isla entera yo recomiendo o Santa Cruz de La Palma, El Paso o alguna localidad que quede entre estas dos. En nuestro caso cogimos un apartamento en El Paso.

Lo siguiente es el coche, siempre cojo el más barato con seguro a todo riesgo, pero de haber conocido la isla quizás hubiese optado por un automático lo más pequeño posible, más tarde lo entenderéis.

Ya en La Palma lo primero que hay que hacer, como siempre que llego a Canarias, sea a la hora que sea es buscar unas papas arrugas con una cervecita. Para ello nos dirigimos a la capital Santa Cruz de la Palma.

Al ser una ciudad muy pequeña, en la que su núcleo urbano no supera las 14.000 personas dejamos el coche a las afueras y nos movemos a pata.

La ciudad dejó de crecer hace mucho tiempo básicamente porque está encajonada entre el mar y montañas altísimas, que por otro lado provocan admiración mires hacia donde mires.

Esta ciudad se fundó en 1493 bajo el curioso nombre de Villa Apurón y fue la primera ciudad de España con un alcalde elegido democráticamente.

Pero al lío, necesito mis papas y que sean las 10 de la mañana no ayuda. Tras un rato de paseo por las empedradas y coloridas calles de la ciudad por fin en el Restaurante La Placeta me las sirven, además acompañada de una de mis cervezas de desayuno preferidas, la Tomasa de Gara.

Ahora ya si podemos empezar a turistear y sin movernos apenas nos encontramos los balcones del paseo marítimo. Estas casas tienen la curiosidad de tener la puerta hacia el interior de la ciudad y la trasera dando al mar, además estas balconadas de influencia portuguesa y árabe son únicas de esta isla, siendo este conjunto el más representable por la variedad cromática y estilística que se agolpa en pocos metros.

Atravesamos la ciudad y en el lado norte nos encontramos un barco encallado en mitad de una plaza. Este barco no es precisamente tan solo un barco sino que además de ser un homenajea al Santa Maria, con el Colón llego a América, es también el Museo Naval de la isla.

Aún más al norte encontramos el Castillo de la Virgen en lo alto de una colina, pero no se puede acceder a su visita.

Volviendo al sur nos dirigimos hasta el otro castillo con más historia de la ciudad, el Castillo de Santa Catalina. Este está situado a nivel de mar. Data del 1554 y fue construido para defenderlos de incursiones piratas ya que el año antes el pirata Patapalo saqueó y destruyó la ciudad por completo.

Muy cerca, en la Plaza de San Francisco nos encontramos con la biblioteca, la escuela de música y la parroquia dedicada al mismo santo, en la que se encuentra la imagen del Señor de la Isla, la imagen más venerada de la ciudad

Más al sur está la plaza de España donde encontramos la iglesia renacentista de San Salvador, con bonitos artesonados que puedes visitar.

Volvemos a atravesar las bonitas calles del centro para llegar hasta el elevador de San Telmo que nos lleva hasta el barrio homonimo.

Este Santo es el patrón de los marineros que cuenta con una ermita en su honor en el punto más alto, que servía como defensa del barrio donde vivía la gente que trabajaba en el mar.

Antes de dejar la capital llenamos el buche en la arepera El Encuentro, con unas arepas, unas cachapas y otra cervecita de Gara.

Terminada la visita a la capital ponemos rumbo norte hacia el Parque Arqueológico del Tendal.

La visita se compone de dos partes, en la primera tenemos un museo donde nos enseña desde la flora y la fauna autóctona hasta el modo de vida de los palmeros nativos, los benahoaritas.

En la segunda hacemos la bajada hacia la cueva con nuestra guía, durante la bajada no solo aprendemos sobre el yacimiento en sí, si no también sobre la isla, su historia y su situación actual.

Los benahoaritas llegaron a la isla hace unos 3000 años, no está claro cómo llegaron y hay varias hipótesis. Puede ser que se perdieran, que fuera una especie de cárcel o simplemente les llevaran de colonos y les olvidaran allí, pero teniendo en cuenta que vinieron con agricultura y ganadería, trajeron sus propias semillas, útiles, animales como cerdos, cabras, ovejas y perros y que eran algo más rudimentarios que las de las potencias de la época yo me quedo con la teoría de que fue un pueblo que huyó de los conquistadores y se refugió aquí.

El arte de esta cultura se caracteriza por los petroglifos, que son una especie de grabados o pinturas en las cuevas, que puedes observar en determinados de la isla. Al estar aislados no evolucionaron mucho y prácticamente vivieron en la prehistoria hasta la llegada de los europeos a los que les fue muy fácil conquistarles.

Pero los benahoaritas no solo trajeron su cultura si no que se adaptaron a estos ecosistemas, por ejemplo aprendieron las propiedades curativas de ciertos bejeques y a drogarse y pescar con otro tipo distinto de estos. También recolectaban frutos tales como dátiles, madroños o piñones.

La cueva pertenecía al cantón de Adyahamen, una de las tribus prehispánicas. Contaba con al menos 27 viviendas, una zona de trabajo y otra de almacén, delimitado por una especie de cortinas. Actualmente hay construcciones en piedra hechas por pastores, que nada tienen que ver con las originales.

Era una ubicación muy buena ya que en la antigüedad este barranco contaba con agua todo el año. También hay varias necrópolis y petroglifos.

Desde aquí y siguiendo hacia el norte llegamos a la Cascada de los Tilos. Tiene un buen parking donde dejar el coche, bueno en realidad varios pero nosotros lo dejamos en el primero para poder disfrutar del camino que es una pasada, es un bosque tropical de laurisilva con montañas muy escarpadas.

Lo primero que vemos es un pinzón común, un pájaro pequeñito de bonitos colores que vino a pedir comida, cogió unas migas y nos abandonó.

El recorrido es una pasada y llega un momento que cruzas un túnel excavado en la roca y de repente te das de frente con una cascada enorme.

Curiosamente la cascada cae y desaparece ya que tienen todo el agua canalizada desde allí dejando el cauce del río prácticamente seco, cosas que te hacen pensar si cabemos humanos y naturaleza en el mismo planeta.

Bajamos el barranco para llegar a la destilería de Ron Aldea. Esta fábrica tiene más de 100 años de historia, eso si interrumpid, que ha hecho que sufra varios cambios. La casa abrió en 1916 en Gran Canaria y llego a cerrar dos veces, la primera por la primera guerra mundial y la segunda debido a que la caña de azúcar en Gran Canaria dejo de ser rentable y se empezó a plantar tomate para exportar, lo que les dejó sin materia prima a la destileróa y la fábrica se mudó en ese momento a la isla de la Palma.

El producto es totalmente artesano y local, las cañas de azúcar son de las plantaciones de alrededor y allí es donde se muelen para sacar el jugo, porque no hacen el ron con melaza si no con el jugo.

También tienen un destilador único diseñado y patentado por ellos mismo.

Puedes visitar su fábrica ya que está abierta al público, situada en un balcón hacia el mar con unas vistas privilegiadas.

Al lado de la fábrica te puedes dar un baño en una de las mejores piscinas naturales de la Isla, que es Charco Azul, aunque nosotros elegimos para ello La Fajana, el color no es tan espectacular pero es algo más grande y para nadar un poco viene mejor.

Fresquitos nos dirigimos a la última visita del día, el pueblo de El Tablado, dicen que el más aislado de la isla, quizás sea por los 20 minutos que tardas en recorrer los 7 km que hay desde el cruce de la carretera principal, una carretera estrecha, con mucha pendiente y curvas, o quizás por estar encallado entre dos barrancos.

La primera recomendación es que aparquéis en el primer sitio que veáis ya que las calles del pueblo no solo son estrechas si no que acaban en un barranco y maniobrar es delicado y eso que ese día no nos encontramos con nadie en todo el pueblo.

Dicen que hay un bar en el pueblo pero no lo encontramos, lo que si encuentras es paz y muchos dragos.

El Tablado fue el lugar por donde bajaban madera y carbón de la montaña para exportarlo, en ese entonces la población rondaría los 400 habitantes, pero con el abandono de la exportación y el aislamiento fue menguando hasta llegar a los actuales 40 habitantes, la mitad de ellos alemanes. Su nombre viene de las típicas casas de tablado que son casas con cubierta de madera de tea que se construían en la antigüedad, a pesar de ello esa construcción es escasa en el tablado debido a un incendio en 1902 que se llevó todo a su paso.

Vamos al apartamento que alquilamos situado en El Paso y dejamos las cosas para ir a cenar muy cerquita de allí, en el Restaurante La Cascada, un restaurante de comida casera especializado en carnes a la brasa, muy recomendable. Probamos a parte el queso palmero al horno y los chicharrones palmeros que son como torreznos rebozados en gofio, incluso aún más densos que los castellanos por el gofio, que recoge la grasa y le da un aporte de hidratos que lo convierten en una bmba calórica.

El segundo día arranca pronto para ir al Roque de los Muchachos, el punto más alto de la isla con 2426 metros.

Paramos a desayunar en un restaurante que vimos de camino, Los Almendros, no esperéis nada espectacular, pero todo correcto.

Seguimos la ruta despacito, ya que la lluvia no daba tregua, de repente la lluvia se transforma en niebla, una niebla densa que apenas dejaba ver. Con cuidado seguimos la ascensión y sin darnos cuenta habíamos salido de esa zona. Curiosamente toda la zona de lluvia y niebla tenía una vegetación espesa y tropical, una autentica selva y al salir de esa zona la vegetación eran pequeños arbustos. Eso es porque La Palma por su orografía tiene muchos ecosistemas distintos, el noroeste predomina el tropical con vegetación muy tupida, al noreste los bosques perennes de pino canario marcan el paisaje, al sur hay gran zona de Malpeis y en el centro por su altura dominan los arbustos y matorrales.

Nos llama la atención unas plantas de forma fálica con muchas flores moradas que crecen a los lados de la carretera y paramos a verlos. Se llaman Tajinaste y coincidió que fuimos en la época de floración que es un auténtico espectáculo.

En concreto este tipo de tajinaste es endémico de esta isla y crece a partir de los 600 metros.

Además desde este punto puedes observar un fenómeno prácticamente perenne en la isla que se llama el mar de nubes, que no es más que una acumulación de nubes que se dan alrededor de la montaña y que al estar a una altura de unos 1200 metros atraviesas y puedes verlas por debajo de ti.

Seguimos subiendo y hacemos parada en un punto en el que podemos ver distintos estratos del suelo muy marcados y llamativos que alterna colores rojizos, amarillos y grisáceos.

La siguiente parada antes de llegar a la cima es en el mirador de los andenes. Aquí según dicen suele haber una pareja de cuervos, que no tiene ninguna vergüenza y vienen a pedirte comida. Nosotros solo encontramos uno, pero no solo es que te pida comida, si no que te la coge directamente de la mano.

Desde este mirador se puede ver el parque de la Caldera de Taburiente pero hay otro mirador mejor, para el que tienes que andar muy poquito.

Muy cerquita de la cima esta nuestra penúltima y más interesante parada, el centro de visitantes del Roque de los Muchachos.

En este centro aprendí lo poco que sé sobre los observatorios estelares de La Palma. El centro es bastante grande, cuenta con varias salas. En la primera tenemos una gran mesa interactiva que mediante sombras podemos ir viendo todos los telescopios de la isla, su historia, como funcionan e incluso alguna de las fotos que hacen.

Después pasamos por un pasillo en el que tenemos un poco de historia sobre astronomía para llegar a otra sala interactiva en la que descubres porque todos los países usan Canarias y en concreto La Palma para para instalar sus telescopios.

Resumiendo, La Palma al ser una pequeña isla no tiene casi contaminación lumínica, además las políticas de la isla ayudan a que esto suceda ya que no se puede sobrevolar la isla, no puede haber vuelos en horario nocturno que lleguen o salgan de la isla y la iluminación pública debe apuntar hacia abajo, además es bastante escasa.

También el mar de nubes filtra también la luz de abajo y la que se pueda reflejar en la noche y además la altura a las que están situados ayuda a tener un cielo extremadamente limpio.

Bajamos una planta, aquí lo primero que nos encontramos es una sala donde nos enseñan el funcionamiento de los telescopios de la isla, meteoritos y un montón de cosas sobre el cosmos y los cuerpos celestes.

Por último nos enseñan una maqueta de la isla que con una Tablet puedes ir descubriendo los rincones de La Palma.

Salgo con una idea de la isla mucho más completa que cuando entré y con ganas de llegar al punto más alto de la isla.

Desde el centro de visitantes seguimos subiendo y zigzagueando entre enormes telescopios llegamos al parking del Roque de los Muchachos. Es pequeñito, tanto que siendo temporada baja y no estar muy transitado, encontramos sitio de milagro.

Desde el parking llegas en 5 minutos andando al Roque, pero si tienes tiempo hay dos miradores espectaculares que puedes visitar y desde los que se ve de forma increíble el Parque de la Caldera de Taburiente.

Bajamos por el otro lado de la montaña hacia el lado Oeste de la isla en dirección a Las Tricias. En este municipio tenemos el MIGO que es el centro de interpretación del gofio.

Para llegar no uséis el GPS ya que os manda por un camino intransitable de piedras y agujeros, del que tuvimos que dar media vuelta. Llamamos al MIGO pero nadie nos atendió, la atención al cliente no es su fuerte. Más tarde descubrimos que el truco es poner Calle Polvillo 1 en google Maps y desde allí bajar por esa calle hasta el MIGO, pero ya era tarde e hicimos todo el trayecto a pie.

Llegamos al museo y nos lo encontramos cerrado con un cartel que vuelve en media hora, teniendo en cuenta que es un sitio en mitad de la nada al sol del mediodía, estar allí medio día no es plato de buen gusto.

Aprovechamos ese rato para bajar a las Buracas que se supone que son cuevas en las que puedes encontrar petroglifos o eso cuentan, el caso es que son cuevas que una serie de personas han decidido ocupar y que ahora consideran propiedad privada y no te dejan pasar.

Después de esta visita fallida volvemos al MIGO, para nuestra sorpresa si estaba abierto.

El gofio es una especie de harina de cereal tostado, el hecho de estar tostada facilita su molienda.

El museo en si tampoco es gran cosa, como curiosidades saber que el primer gofio se hacía con raíz de helecho triturada y que ese molino de Gofio en la antigüedad era el molino de la zona. En cada zona existía un molino y los días de viento el molinero tocaba un cuerno y los habitantes de la zona preparaban su grano y se lo bajaban al molino.

Lo único salvable de la visita es que el recorrido que hicimos para llegar fue parte de la ruta de los dragos y vimos dos espectaculares y también mucho Lagarto tizón de la palma, con su característica marca morada en la papada de los machos. Este lagarto es muy huidizo lo que dificulta su fotografía.

También durante el camino vimos dos puestos de venta de cosas muy difícil de calificar, básicamente piedras pintadas y una hucha para dejar el dinero de lo que quisieras comprar, sin ningún tipo de vigilancia.

Volvemos al coche y para que os hagáis una idea de la pendiente de las cuesta de La Palma nos cruzamos con un autobús de alemanes que tuvo que bajar a todos sus pasajeros para poder subir, porque con el peso no podía.

Después de esta aventura, el hambre y el cansancio apretaban, en el pueblo no había nada abierto para comer y decidimos ir a la siguiente población a probar suerte, fue en Puntagorda donde encontramos algo abierto, el Restaurante Parrillada Pino de la Virgen.

Probamos la sopa de picadillo, que con ese hambre pensé que sería como la de aquí pero no, es un caldo con picatostes y algo de jamón y la sopa de trigo, ambas muy buenas. También pedimos carne a la parrilla pero esta sí que estaba excesivamente seca.

Embuchados alzamos el vuelo para darnos un baño en la playa. El primer sitio que probamos es la Playa de la Veta. Llegar hasta el parking es algo complicado, la carretera es estrecha y llena de curvas. Desde el parking tienes que cruzar un túnel excavado en la roca y desde allí andar unos 20 minutos, pero como queríamos llegar a Poris de Candelaria antes de anochecer nos dimos la vuelta.

En el trayecto desde la playa de la Veta hasta Porís de Candelaria son 7 km y tardamos más de 20 minutos. Si la bajada a la anterior playa era un suplicio lo de Poris no tiene nombre, solo rezábamos para no coincidir con otro coche de frente.

Una vez en el parking solo hay que bajar unas escaleras y al girar te das de bruces con el espectáculo que representa Porís.

Porís significa pequeño puerto y este en concreto está dedicado a la Virgen de Candelaria. Este puerto tuvo mucha importancia ya que era desde donde salía el cereal y la brea para exportar y también era un puerto franco para las salidas hacia el nuevo mundo desde el año 1588.

También era usado como zona veraniega de las familias locales ya que tiene un pozo que no se seca en verano y se iban de veraneo con ganado y todo.

Actualmente son segundas residencias de palmeros que forman una pequeña comunidad que mantiene el lugar e impide que eso se convierta en un complejo turístico.

Yo me esperaba un pueblo como otro cualquiera con una playa bonita pero no, es una pasada de lugar, un pueblo en una cueva, limpio y que transmite paz y serenidad.

Nos damos un bañito en sus cristalinas aguas, una pasada ya que a pesar de estar en la sombra y estar el sol a punto de esconderse se veían varios metros hacia el fondo.

Con el día ya hecho a falta de la subida de Porís, que es peor aún que la bajada, solo quedaba la cena. Para ello bajamos al puerto de Tazacorte pero casi todo estaba cerrado, elegimos el Playa Mont para hacer una cena de producto canario, Pulpo a la brasa, morena frita y escaldón de Gofio, además con cervecita de Isla Verde.


El tercer día le empezamos en Los Llanos de Aridane. Aridane en benahoarita también significa llanos, por lo tanto se llamaría Llanos de llano, con este nombre nos imaginamos un pueblo castellano mesetero de rectas kilométricas, pero que no os engañe el nombre, solo es llano en comparación con el resto de la isla.

Es el núcleo de población más grande de la isla con más de 20.000 habitantes.

Lo primero que hacemos es desayunar, optamos por la Arepería Pay Pay por que había hambre y tenía bastante gente, fue sin duda un error, comida muy de batalla y regulera, pero bueno nos alimentó un poco.

Después toca paseíto por la ciudad y encontrarnos cosas curiosas como una estatua al lado de las típicas letras de la ciudad tocando un timple, que es un instrumento típico canario en homenaje a un grupo llamado Arriero.

El centro tiene calles empedradas con casas blancas e impolutas que hacen del paseo un momento especial.

Para terminar nos pasamos por el mercado, un poco melancólico por dentro, nada que ver con mercados de otras ciudades canarias, pero el producto que tienen si es muy bueno. Compramos fruta y pan para el camino y nos vamos corriendo a El Paso donde quedamos con la gente Graja Tour.

Graja Tour es una empresa de guías especializados en La Palma, tienen varias rutas diarias y otras bajo pedido.

Su nombre viene de un pájaro icónico de la isla, la graja o chova piquirroja que es endémica de la isla, también la cervecera Isla Verde la usa en sus cervezas. Se caracteriza por el contraste del rojo su curvado pico con el negro de su plumaje.

La ruta que hicimos con ellos fue la visita al volcán de Cumbre Vieja, el primer día en el que se podría acceder. Al igual que el día anterior durante la subida al Roque de los Muchachos, nos metimos en el mar de nubes, creando un ambiente oscuro y sombrío.

Bajamos del coche y menos mal que echamos los cortavientos impermeables porque el ambiente es realmente húmedo.

Nada más bajar del coche nos enseñan el por qué es tan importante el pino canario en la isla. Toda esa nube y esa humedad choca con las hojas puntiagudas del pino y las gotas de agua van cayendo al suelo y humedeciendo el suelo lentamente como un riego por goteo.

Las hojas de este pino son mucho más gruesas que las de los pinos que tenemos en Castilla, además nutren el suelo en vez de secarle y con el fuego también se comportan totalmente distinto, mientras nuestros pinos arden con facilidad y atraen el fuego, estos pinos resisten altas temperaturas sin arder.

Empezamos a caminar entre cenizas y siempre por el sendero marcado que es lo que peor llevo, pero en estos casos donde el paisaje es protegido debemos dar ejemplo y si no está permitido salir de él hay que respetarlo por el bien de la naturaleza.

Al poco de avanzar ya vemos que la ceniza cubre un metro, ya que carteles que deberían medir dos metros apenas asoman por la ceniza.

A pesar de que el suelo es completamente negro hay muchas plantas que han sobrevivido, la mayoría de los pinos asoman por encima de ella y ya van apareciendo arbustos e higueras, incluso alguna flor al resguardo de las rocas.


Poco a poco el solo va apareciendo y a lo lejos aparece la figura del volcán.

Podemos ver como la última boca del volcán sigue emanando gases, también desde nuestra posición se pueden ver perfectamente las lenguas de lava y como han ido comiendo el terreno, incluso se pueden ver las casas que han quedado atrapadas entre las coladas, que según nos cuentan, aunque estén intactas, los dueños no podrán volver a ellas.

Llegamos al punto más cercano seguro del volcán, allí nos espera un señor con un cacharro para medir los gases, en el supuesto caso de un cambio de aires que provocase que los gases tóxicos del volcán se acercaran a nuestra posición tendríamos que salir corriendo.

Allí los guías nos muestran fotos y videos de la erupción del volcán tomadas desde ese punto y os aseguro que es sobrecogedor y a pesar de la tragedia, muchos palmeros lo ven como un privilegio el haberlo vivido.

En mi cabeza íbamos a llegar hasta la misma boca del volcán y allí me haría una pancetita y unos choricitos al calor del volcán pero para sorpresa de nadie no fue así, de todas formas mi bocata de choriza no me lo quitó nadie.

Como curiosidad la superficie quemada ronda las 1000 hectáreas, una cantidad ridícula comparada con cualquier incendio sufrido este verano en la meseta, por ejemplo el de Zamora calcinó 30 veces más, en superficie, media isla de La Palma.

A nuestra izquierda tenemos también un campo de bombas volcánicas, que básicamente es una pradera de ceniza con pedruscos.

Iniciamos el camino de vuelta y pronto te das cuenta que no es que el día haya mejorado si no que salimos andando del mar de nubes porque de repente el ambiente se vuelve húmedo y gris.

De vuelta a la civilización nos aparcan en el centro de visitantes de la Caldera de Taburiente, aunque no conseguimos que nadie nos atendiera pudimos vaciar vejigas.

Nos vamos al parking del Barranco de la Angustias para proseguir nuestro día. Como no tenemos mucho tiempo comemos unos bocatas mientras andamos. El objetivo es llegar a la cascada de colores y volver antes de que se haga de noche.

El camino es sencillo solo hay que seguir el barranco hacia arriba, aunque en determinados puntos el sendero te dice que te desvíes y subas por encima del barranco.

En uno de esos puntos preguntamos a unas guías que parecían muy novatas y nos dicen que sí, que hay que subir por arriba, que no se puede seguir por el barranco, que no nos iba a dar tiempo a llegar y que no íbamos preparados. Que ellos llevaban ya 2 horas bajando y aun les quedaba la mitad. Eso ofendió bastante a mi madre que ataviada con sus vaqueros y un palo que encontramos por el camino contestó con chulería segoviana a las pseudomontañeras armadas hasta las cejas con ropa Quechua, eso vosotros que vais pisando huevos, a nosotros nos sobra el tiempo, como así fue.

El sol era fuerte y el terreno inestable hacían la subida un poco insoportable, pero las vistas merecían la pena.

Es una pasada subir por el barranco y ver como el agua de repente mana del suelo y en otros puntos desaparece, también hay charcas donde puedes ver ranitas.

Sobre los tres cuartos del camino empiezas a ver colores. En un punto te encuentras una estación de tratamiento de agua que canaliza el agua y por ello está el barranco casi seco.

Al otro lado te encuentras un manantial de agua sulfurosa, que tiñe toda la roca por la cae de amarillo, lo curioso que a pesar del olor y de estar llena de azufre la parte superior esta cubierta de vegetación.

Un poco más arriba se junta el cauce del barranco con el río Taburiente y tenemos que cruzar el cauce que baja bastante fuerte y no es precisamente estrecho. No hay puentes ni nada preparado para hacerlo, nosotros optamos por poner piedras y usarlas a modo de pasarela.

El agua que baja por el barranco empieza a tornarse de distintos colores que van cogiendo intensidad según subimos.

El barranco se estrecha mucho a la llegada de la cascada y cuál es la sorpresa al hacer el último giro que la famosa cascada es tan solo una pequeña presa de menos de 3 metros de altura por la que resbala el agua que cae y mezcla el azufre, el óxido de hierro y las algas y musgos que crecen para formar esa composición de colores rojos, amarillos y verdes.

Después de ver la cascada de los Tilos esta nos desilusión un poco, pero no había tiempo para lamentarse, ya que se acercaba una tormenta y la noche.

Para volver decidimos en vez de bajar por la senda que te desviaba por el barranco bajar directamente por el barranco y todo fue perfecto hasta el último tramo donde había que superar una cascada o retroceder un kilómetro. Con cuidado y valentía superamos el obstáculo.

Llegamos al coche 4 horas antes de lo que las guías nos dijeron. Creo que iban pelín lentos porque nosotros no es que seamos Flash precisamente.

Para cenar volvimos al puerto de Tazacorte, esta vez a la Cofradía de Pescadores que también llaman Varadero. Tienen una amplia selección de pescados, elegimos la cabrilla, un pescado con muchísimo sabor y muy fuerte, no apto para todos los gustos. También probamos mejillones y lapas, estas últimas por primera vez, no es un manjar pero no están malas.

El último día solo teníamos hasta mediodía y teníamos pensado ver el sur de la isla.

Nos dirigimos a Caños de Fuego que no está muy lejos de El Paso, según google Maps 15 minutos. Cual fue la sorpresa que cuando llegamos a un punto, la carretera estaba cortada por el volcán, y aunque están haciendo ya la nueva carretera aún no está acabada. Lo sorprendente es que google no marque que ese tramo está cortado desde hace 6 meses y si te marque una obra que empezaron hace dos horas.

El caso es que ese trayecto de 15 minutos se convirtió en una vuelta la isla de hora y media.

Esta parte de la isla, debido a los vientos es la más afectada por la ceniza que cubre todo.

Ya llegados en el centro de interpretación empezamos la visita, en la primera parte tenemos una zona de interpretación que nos explica los tubos volcánicos, lo que más me llama la atención es que durante mucho tiempo estuvieron abandonados porque la gente lo usaba de vertedero. En otra sala tienen imágenes y videos de la erupción que formó esos tubos.

Después pasamos a visitar un tubo volcánico. Estos tubos se forman cuando la lava baja rápido, la parte superior se enfría y se solidifica mientras que el interior sigue fluyendo y cuando la erupción acaba estos tubos quedan huecos.

El tubo al que accedemos no es muy grande pero puedes observar distintos tipos de formaciones como por ejemplo los estafilitos que son el símil de las estalactitas en las cuevas pero estas se formas por salpicaduras de lava en el momento y no durante miles de años.

Por último vamos hasta la Cueva de las Palomas, a solo unos metros de centro de interpretación, desde allí se puede ver como todo el entorno ha sido cubierto por la ceniza.

La cueva de momento no es visitable, ya que con la última erupción se llenó de gases y no es segura su visita.

Retomamos la ruta en coche desandando el camino, ya que hay que volver a dar la vuelta a la isla.

Paramos en la playa de Echentive, una enorme playa de arenas negras con varias pozas. En esta playa además recientemente han encontrado la Fuente Santa que se cree que era lo que daba el nombre a la población de Fuencaliente. Son aguas termales medicinales muy famosas durante el SXV y XVI, muchas personas llegaban desde lejos para tratarse en sus aguas como el fundador de la ciudad de Buenos Aires o el conquistador de Uruguay.

En 1677 el volcán de San Antonio sepultó esta fuente, curiosamente la playa es posterior a esta fecha ya que fue formada por el volcán de Teneguía hace poco más de 50 años.

Seguimos hacia el sur entre paisajes de malpeis hasta llegar a uno de los puntos más al sur de la isla, el faro de Fuencaliente, que reina sobre las salinas del mismo nombre. En realidad el faro de Fuencaliente son dos faros, ya que el más antiguo fue dañado por el volcán de Teneguía y se recuperó en 2006 para albergar un museo en el que se conciencia a la gente de la contaminación que hay en los mares.


Así termina nuestro viaje y regresamos al aeropuerto con la sensación de que un sitio tan pequeño tiene un montón de sitios que nos faltaron por descubrir.






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