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Bélgica: cerveza, panceo y mucho paseo

Actualizado: 16 ago 2022

Varios han sido los viajes que me han llevado hasta Bélgica, y es uno de los pocos sitios que me gusta repetir y repetir... porque siempre descubres algo nuevo.

En este viaje hicimos una ruta de tres días para visitar Amberes, Brujas, Gante y Bruselas.

Aterrizamos directamente en el aeropuerto de Bruselas. Es importante asegurarte de dónde llegas, ya que si vuelas a Charleroi te darás cuenta de que estás cerca de donde Cristo perdió la chancla y le tendrás que sumar unos 20€ a tu billete para ir hasta la capital.

Desde la estación lo primero que hicimos fue coger el Rail Pass, un vale para 10 viajes de tren, que se puede compartir, no tiene caducidad y tienes que ir rellenando según vayas cogiendo trenes, con la fecha, el origen y el destino. Lo único, que si en el mismo día, por ejemplo, haces Brujas-Gante-Bruselas, te valdrá sólo con un viaje en el que pongas Brujas – Bruselas.

Cogemos el tren para atrenizar en Amberes; en la estación de tren, la primera visita de nuestro viaje. Esta estación esta considerada una de las más bonitas del mundo, también llamada "la catedral de los trenes". Destacan en este edificio de más de 100 años los mármoles y la gran cúpula de 75 metros.

La estación está cerca de dos barrios icónicos de la ciudad: el barrio de los diamantes -Amberes está considerada la capital del diamante-, y el barrio chino. En el SXV se desarrolló en el primero una nueva forma de tratar el diamante en bruto, y en 1890 muchos artesanos del diamante, provenientes de Ámsterdam, se asentaron aquí. Del otro barrio no se puede decir mucho de, ni bueno ni malo.

Bajando hacia el centro paramos a comer en una pequeña franquicia que se llama Chipz (hay que recordar que las patatas es uno de los platos típicos del país). Básicamente tienen patatas fritas con decenas de salsas distintas. Pedimos Mamut -que a día de hoy, ni idea de lo que era, pero nos hacía gracia- y picales, que creo que son pepinillos.

Nos dirigimos al centro a casa de Trico, nuestra Couchsurfing, un encanto de chica que nos dejó las llaves de su casa en una floristería para que dejáramos las cosas. Algo impensable en España. Y fuimos a la casa que está situada encima de su propia galería de arte, Noh Gallery, dentro de un edificio del SXVI. La casa era cálida y con unas vistas preciosas de la ciudad.

Empezamos la visita de la ciudad por el MAS, el museo moderno de Amberes, donde lo que más destaca es el edificio en sí y las vistas desde la azotea. El museo está construido en arenisca roja y cada piso alberga un museo o exposición distinta. La entrada y la mayor parte de las exposiciones son gratuitas.

A la salida, al fondo, puedes ver una pequeña iglesia muy llamativa que, sin embargo, no es una iglesia, sino el edificio del puerto donde estaban los servicios administrativos.

Pasamos por delante de la Iglesia de San Pedro y del museo Vleeshuis en su llamativo edificio de ladrillo de 1504 que funcionó como mercado central de carne. Actualmente es un museo de instrumentos antiguos.

También bordeamos el castillo Steen, cerrado por obras. Este castillo fue la primera fortificación de piedra de la ciudad y su función era defenderse de las incursiones fluviales de los vikingos.

A la entrada podéis encontrar una estatua de Lange Wapper, un gigante que atemorizaba a la población.

Atravesamos el túnel peatonal de Santa Ana, simplemente por curiosidad. Es un túnel de más de medio kilómetro, que cruza el río por debajo y fue construido en el año 1930 junto con las extrañas escaleras mecánicas de madera.

La causa de ser subterráneo se debe a que si se hiciera por encima colapsaría el tráfico fluvial y, como podéis entender, para la época fue una gran obra de ingeniería, creándose el primer cuerpo a nivel mundial de albañiles buzos.

No esperes gran cosa al otro lado del río, un pequeño parque y poco más.

Volvemos de nuevo y nos dirigimos al Gran Mercado, buscando algún edificio, pero no, es simplemente que antiguamente el mercado estaba en esta plaza y se quedó con el nombre. En ella también puedes encontrar el Ayuntamiento, así como un montón de fachadas pintorescas y la Fuente del Brabo.

Brabo fue un romano que, aparte de dar nombre a la región de Brabante, tiene mucho que ver con el nombre de la ciudad. Cuentan que había un gigante que les cortaba la mano y la arrojaba al Escalda a todos los capitanes de barco que atracaban y no le pagaban, y Silvio Brabo, cansado de ello, hizo lo mismo con el Gigante. Antwerp, que es Amberes, viene de Ant, mano, y de werpen, lanzamiento. Así que Amberes es como las "manos locas" de cuando éramos niños.

Pasamos por Vlaaikensgang, que es un callejón con casas pintorescas y un bonito restaurante al final, que en el pasado fue el barrio de los zapateros.

Desde allí vamos a la Catedral de Amberes, la más grande de Bélgica. Fue construida en 1521. Destaca por estar algo coja, ya que una torre mide 123 metros, la que fue pagada por el pueblo, y otra es mucho más baja, porque la iglesia no tenía dinero para hacerla igual de alta que la anterior.

En una pequeña plaza en sus laterales hay una escultura de un niño que se arropa con el adoquinado junto con su perro. Son Nelo y Pastrasche, del libro de 1872 "Un perro de Flandes", de Marie Louise Ramé, que fue considerado un clásico en Japón y Corea. El libro termina dramáticamente con la muerte de estos dos personajes en la catedral de Amberes, cuando por fin consiguieron entrar a ver los cuadros de Rubens. La historia de la escritora también es muy peculiar para su época, puesto que era una gran activista por los derechos de los animales.

Ya es de noche y optamos por una cervecita para relajar los pies en Billie's Bier Kafétaria, donde tienen una amplia gama de cervezas, la mayoría IPAs americanas; una pena para mí, que soy amante de la cerveza belga. Probamos gose de frambuesa y mora y una IPA con vainilla.

Paseamos un poco más por las calles de Amberes antes de dirigirnos a Amadeus, un restaurante donde pides un plato y puedes repetir todo lo que quieras. Hay poca variedad y la mayoría de gente va por sus costillas y patata asada. Pudimos acompañarlas con Leffe y Hoegaarden.

Terminamos así el día y tras un sueño reparador en esa casita de ensueño, empezamos otro día más, visitando varios puntos que nos quedaron en Amberes: como el Rubenshuis -la casa de los últimos 29 años del pintor Rubens-, la comercial calle de Meir, o el Plantentium o jardín botánico (que si no es porque vas de paso, no merece la pena su visita).

Marchamos a Brujas, la ciudad preferida de Mine, ciudad de cuento y de magia, a la que le acompaña hasta el nombre, aunque no tenga nada que ver con las brujas de verrugas y escobas.

Y es que Brujas, Brugge, viene de la antigua palabra vikinga Brygga, que significa, ni más ni menos... que puerto. Fue fundada en el siglo IX y fue un puerto muy importante durante mucho tiempo gracias a su industria textil; a partir del SXV empezó a perder importancia, llegando a ser durante el SXIX la ciudad más pobre de Bélgica: en ese momento, varias acciones se llevaron a cabo para sacar a la ciudad de tal pobreza, pero la que de verdad funcionó y puso a Brujas en el mapa fue reconstruir la ciudad con su estética medieval, convirtiéndola en una de las ciudades más turísticas del mundo.

Nada más llegar nos dirigimos hacia el hotel, Lace Hotel, un pequeño hotel muy céntrico y cómodo a muy buen precio.

Empezamos la visita por algo que, quieras o no, vas a visitar: la Gran Plaza o Plaza de Mercado, porque al ser una plaza tan grande en una ciudad tan pequeña, vas a pasar sí o sí.

En un lateral encontraréis unas casitas de colores con tejados puntiagudos a dos aguas, que son las antiguas casas gremiales, donde antiguamente se reunían los distintos gremios.

Al lado contrario se encuentra el famoso campanario o Belfort, de 83 metros y un porrón de escalones; aparte de por su altura destaca por su carrillón y la tradición de sus carrilloneros, que tocan cualquier canción que te puedas imaginar: han tocado canciones de Mecano, The Beatles, AC/DC... incluso los habitantes de Brujas también sufrieron el "Despacito". Puedes subir, pero prepara 12 eurazos.

En otro lateral tenemos el Palacio provincial, dedicado al comercio de paños, que tan importante fue hasta el SXV. Y enfrente la casa donde el pueblo encarceló a Maximiliano, padre de Felipe Hermoso, por subir los impuestos, y desde donde vio cómo decapitaban a su amigo Pieter Lanchals, gobernador de la ciudad.

Por último, en medio de la plaza, tenemos las estatuas de Jan Breydel y Pieter De Koninck, líderes de la revolución popular de Brujas. Resulta que sobre el año 1300 la importación de lana -de la cual la burguesía de Brujas tenía el monopolio-, empezó a correr peligro, ya que los ingleses empezaron a negociar directamente con los consumidores y los burgueses pidieron ayuda al rey francés que mandó tropas. Una noche, llamada "los Maitines de Brujas", entraron en las casas donde había franceses y mataron a todos; para diferenciarlos en la oscuridad les hacían repetir una frase... que los franceses, al pronunciarla, gangoseaba; y así podían identificarlos.

Más tarde, los franceses, ofendidos, mandaron un ejército que fue derrotado por las milicias flamencas en la batalla de las espuelas de oro.


Nos apresuramos a comer porque teníamos bastante hambre, y ya llevábamos el restaurante elegido desde antes de volar: se trata del Restaurante Jilles Beer & Burgers, que también tiene locales en Gante y Ostende, y son dueños de la cerveza Rostekop, fabricada en la cervecería de Brujas, Fort Lapin.

Así, a simple vista, no parece nada novedoso, un restaurante de hamburguesas y cerveza, pero cambiarás de idea al ver que tienen más de 30 hamburguesas distintas, cada una maridada con una cerveza belga distinta.

Este maridaje está diseñado por Sofie Vanrafelghem, experta Sumiller especializada en cervezas belgas.

Con tantos tipos de hamburguesas era difícil decantarse por una. Además, podías elegir entre las típicas hamburguesas de ternera, carne asada, pollo o incluso veganas y vegetarianas. Pero una forma buena de elegir -que es la que nosotros usamos- fue elegir la cerveza en vez de la hamburguesa, y como ya te viene maridada, sólo tienes que sentarte a esperar para disfrutarla. En la carta, además de los ingredientes de la hamburguesa, te hacen una breve descripción de cada cerveza para que, tanto expertos como neófitos, conozcan la cerveza que van a tomar; son sólo tres líneas, pero con descripciones muy concretas (yo, que siempre me quejo de lo impreciso y de las clasificaciones de las cervezas que se hacen en los bares, me pareció un texto excelente, y además, te incluyen una pequeña nota de por qué ese maridaje).

Nosotros decidimos probar:


La hamburguesa Lucky Luciano con tomates confitados secados al sol, piñones, ensalada de rúcula, hojuelas de parmesano y un aderezo ligero de pesto con Wipers Time, una cerveza especiada elaborada con cuatro granos y una mezcla de hierbas. Lo que solemos llamar gruit, el antecesor del lúpulo. Entre ellas, la semilla del cardo medicinal, conocido como el 'cardo de leche bendita' en Bélgica y que en España sería el cardo borriquero de toda la vida.

Lo curioso de esta cerveza es el contraste del gruit respecto al lúpulo: le da otro tipo de amargor, mucho más seco y persistente.

Maridaje: esta cerveza refrescante con su sensación sedosa en la boca complementa muy bien los sabores de esta hamburguesa crujiente con tomates y un aderezo de pesto; a recalcar, la mezcla de hierbas que se dan en el paladar.


Hamburguesa Bleating Eddie, de queso de cabra derretido en una hamburguesa con tomates secos, piñones y miel, con VanDerGhinste Oud Bruin, cerveza rojo marrón flamenca occidental que ha envejecido, al menos, 18 meses en barricas de roble.

Una cerveza fresca, agridulce, con una etiqueta que muestra un anuncio de 1920.

Destacar en el maridaje: el queso de cabra tiene una ligera acidez, al igual que la cerveza.


Sin duda, uno de los mejores sitios donde comer en Bélgica si queremos conocer un poco más acerca de su cerveza.

Muy cerquita tenemos el mercado de pescado, abierto de mañana, de miércoles a sábado, y la zona del Puente de Nepomucenusbru, llamado así por la estatua del San Juan de Nepomuceno que protege a los viandantes de ahogamientos. Y sobre todo, la zona más fotografiada de la ciudad, el Muelle del Rosario, que fue el origen de la ciudad, el primer puerto que construyó Balduino "Brazo de hierro" para evitar incursiones vikingas.

Ya habíamos bajado un poco la comida y fuimos a Casa Alberto, Chez Albert, a probar el que llaman el mejor gofre de Bélgica... y no se sí será el mejor de todos, pero puedo asegurar que está buenísimo.

Ya con el buche bien lleno empezamos la visita turística: empezamos por la basílica de la Santa Sangre, que tiene dentro la reliquia de la sangre de Cristo, encontrada en las Cruzadas; es muy pequeña, pero su reconstrucción en estilo gótico es muy llamativa.

Está situada justo al lado del Ayuntamiento, que es uno de los más antiguos de Europa y es también de estilo gótico, pero mucho más grande que la iglesia.

Pasamos después por el Minnewater o Lago del Amor. Resulta que Minne puede ser traducido como nombre común, haciendo referencia a que eran aguas comunitarias, amor o elfo, y es que según cuentan este lago fue originado por los elfos del bosque, preocupados por la escasez de agua lo crearon para que nunca faltara

Os acordaréis de que unos párrafos atrás dije que los brujenses cortaron el cuello a Lanchals. Pues bien, Lanchals significa "pescuezo largo"; por ello fueron castigados a cuidar de por vida de los cisnes, y por eso, aún en épocas de extrema pobreza, siempre ha habido cisnes en los canales de la ciudad.

Desde el lago accedemos por un puentecito al beguinario o beaterio. Data del SXII, cuando las mujeres que perdían a sus maridos u hombres responsables quedaban sin esa protección e ingresaban como beatas en el recinto; podían salir durante el día, y si su marido volvía, podían abandonar el beaterio.

Poco a poco esto fue cambiando e ingresaron en la orden muchas mujeres que no querían depender de un hombre y que querían desarrollarse, estudiando, sobre todo Medicina. Se ocupaban de atender a los más desafortunados de la ciudad y ante la creciente influencia e importancia empezaron a acusarlas de brujas y herejes, incluso llegaron a aislarlas. Pero ellas siempre encontraban la manera, mediante túneles, de escaparse.

Es como una ciudad dentro de una ciudad, con unos preciosos jardines, y actualmente sigue funcionando como beaterio, que se puede visitar, pero con respeto.

Continuamos la visita por la fábrica de Bourgogne de Flandres. Esta fábrica, situada en el centro de Brujas, tiene sus orígenes en la granja cervecería de 1765 de Van Houtryve, pero no fue hasta 1825 cuando su hijo consiguió el permiso para poner la cervecería dentro de las murallas.

Aunque la cervecería original cerró sus puertas en 1957, no así su receta, que fue rescatada por la empresa John Martin, que decidió volver a fabricarla en el centro de Brujas.

La cerveza en sí es algo muy original: se mezcla una Red Ale joven con una cerveza lámbica envejecida de Timmermans.

La fábrica es interactiva y tienes audioguías en español. Además de enseñarte cómo se fabrica su cerveza, hay un mini-juego en el que tienes que encontrar todos los topitos de Timmermans que se han colado en la fábrica; para entretener a grandes y pequeños. También hay otros juegos, fotomatón y un curso gratuito para aprender a tirar bien una Bourgogne.

En la parte cervecera destacan dos cosas: la primera es el museo con antiguas herramientas de cerveza, y la segunda el tanque de fermentación abierta. Todos los que alguna vez hemos hecho cerveza sabemos lo susceptible que es a la contaminación la fase de fermentación, como para dejarlo en abierto, por eso ver esa enorme bañera abierta con la actividad de las levaduras por todo lo alto es una pasada.

Además de todo esto hay otra cosa que hay que destacar de la fábrica y son las vistas desde la terraza y las ventanas más altas de toda la ciudad.

Para terminar queda la parte más esperada: probar la cerveza. He de reconocer que en un principio me pareció una auténtica guarrada; yo ya había hecho la prueba de mezclar varias cervezas y nunca había resultado bien. Pero fue darle el primer sorbo y cambiar totalmente de idea. Es un espectáculo de cerveza, ácida con cuerpo y con un retrogusto a madera. Además de ser totalmente distinta a lo probado hasta ahora.

Aprovecharon la visita para presentarme dos nuevas creaciones: una mezcla de Guinness con Timmermans y una IPA con Arroz. La primera de ellas redonda y una mezcla de sabores espectacular, la segunda aún quedaba por darle una vuelta.

Antes de irnos entregamos nuestros mapas con los topos que encontramos, y como encontramos todos, nos dieron un regalo sorpresa. No os voy a decir qué es, buscad vuestros propios topos.

Terminamos la visita y fuimos a hacer un Freetour nocturno por la ciudad: algo de historia, muchas leyendas e historias paranormales. Pero no contaré mucho para que cuando lo visitéis, lo descubráis vosotros.

Empezamos por el molino de San Juan y el Bonne Chieremolen. Estos dos molinos están en las afueras de la ciudad, pegando al canal y son de estilo holandés.

Muy cerca estaba la puerta de Santa Cruz, que data de 1400 y que ha visto pasar personajes como Carlos V y Napoleón.

Otra de las visitas fue a la iglesia de Jerusalén, una gran iglesia privada construida por una familia comerciante Genovesa, asentada en Brujas en 1470 por Don Anselmo y su mujer, copiando el diseño del Santo Sepulcro. Justo al lado hay una zona con unas casitas llamadas casas de Dios, que son casas que se hacían para los más desfavorecidos, y que aún, a día de hoy, siguen desempeñando esa función. Tanto las casas como la iglesia siguen siendo propiedad de los descendientes de Don Anselmo.

Proseguimos el camino dirección a la plaza de Jan Van Eyck, famoso pintor que pasó sus últimos días en la ciudad. Conocido por sus retratos, llegó a retratar a mujeres para los casamientos por convenio de los reyes. No se conoce a ciencia cierta su lugar ni fecha de nacimiento, aunque varias fuentes apuntan a que fue sobre 1385, en algún pueblo de Extremadura, y que su nombre original sería Juan Valdín, que lo tradujeron con Jan Van Eyck por la costumbre que tenía de imitar el chillido del gorrino típico de su Extremadura natal (que suena como Eyck, un nombre más comercial).

En esta plaza se encuentran el Spiegelrei, que es esa lengua de agua que entra en la ciudad y era utilizada como puerto (en español se podría traducir como puerto del espejo, porque en esa zona se situaban varios artesanos dedicados a ese menester). También se encuentra la Casa de la Aduana, construida en el SXIII, lugar donde se cobraban los aranceles a las mercancías que entraban en la ciudad; actualmente alberga la biblioteca pública.

Seguimos la visita por el puente de San Agustín, donde puedes apreciar al fondo un resplandor dorado, la mano de oro, de la cual hay una advertencia tallada en piedra en lo alto del puente.

Resulta que antiguamente las supersticiones no permitían pescar anguilas, pero un pescador con muy mala racha, por dar de comer a su familia, se arriesgó y bajó ese puente para intentar pescar alguna. Consiguió pescar una anguila albina, que son de color dorado, y pensando en que sería de oro y que se iba a forrar, intentó agarrarla, cuando surgió una mano dorada que lo arrastró hacia el fondo.

Teníamos ganas de probar uno de los platos típicos de Bélgica, La carbonade, que es un guiso de carne con chocolate y cerveza. Para ello fuimos al Gran Kaffe de Passage. Como no había sitio, nos ofrecieron comer en barra, que al menos se agradece; pero como tampoco era cómodo, sólo pedimos un plato para compartir y seguir... algo que no debe ser muy común: nos clavaron 6€ por no sé qué de compartir plato. Menos mal que el plato era espectacular y que tenían una de mis cervezas preferidas, la Súper 8 Blanche.

Terminamos la noche en Bauhaus: un local de fiesta de estudiantes, donde tienen una cerveza muy barata pero donde también puedes disfrutar otras exquisiteces belgas.

Por la mañana salimos del hotel con dirección a la estación para la última etapa, con la sorpresa de que nada más salir nos topamos con un mercado de comida callejera, y no pudimos resistirnos a la tentación de cogernos unas patatas gratinadas y unas patatas con bacon para el viaje.

Nada más bajar de la estación paseamos por el Citadelpark, un parque construido en 1875 aprovechando las ruinas de una antigua ciudadela holandesa.

De camino al centro pasamos por la Abadía de San Pedro. Fundada en el SVII por un misionero enviado para evangelizar a los paganos de la zona alcanzó altas cuotas de fama, riqueza y poder a partir del SXI, que llegó a ser una ciudad en sí misma, con una amplia extensión de campos de cultivo.

En el año 1539 y tras una gran crisis religiosa, la basílica fue desmantelada, y con ella su biblioteca y sus reliquias; utilizaron sus piedras para la muralla de la ciudad e incluso la expropiaron y la subastaron. Aunque, finalmente, volvió a manos de la iglesia y fue restaurada.

Pero en 1789, en la revolución de Flandes, de nuevo volvió a ser desmantelada y expropiada y doce años después devuelta a la iglesia. Pero no el resto de la abadía, que se la quedó la ciudad. Desde entonces se usa como museo.

Junto con esta Abadía se construyó también la de San Bavón, en honor al santo Bavón, que a pesar de ser un cabrón con pintas, al morir su mujer donó todo su dinero y se dedicó a ayudar a los necesitados.

Esta Abadía fue destruida para construir una ciudadela, y sus monjes se fueron a la iglesia de San Juan. A partir de entonces la Catedral se llamó de San Bavón, patrón de la ciudad. Esta catedral es famosa por las obras de arte que alberga de Rubens y de Van Eyck.

La siguiente parada es el Belfort o campanario de Gante, una torre de 91 metros, coronada por un dragón dorado de 400 kilos. Este dragón fue un regalo de un rey vikingo al imperio otomano, que fue robado y guardado en Brujas, hasta que se llevó a Gante para este campanario. Pero lo más importante es que ¡este dragón es la imagen de la cerveza Gulden Draak!

Pasamos por el ayuntamiento de Gante, o el ayuntamiento de las dos fachadas. Parece dos edificios distintos, pero fue por un castigo que impuso Carlos V a la ciudad (que, por cierto, era su ciudad natal) por no pagar los impuestos: bloqueó las cuentas y paralizó todas las obras públicas justo en el momento en que se estaba construyendo. Por ello, la primera parte es gótica y la segunda renacentista.

Atravesamos Werregarenstraat o la calle de los grafitis: es un pequeño y estrecho callejón totalmente plagado de grafitis y en la que el ayuntamiento permite pintar. La razón es un poco lamentable, ya que se hizo para evitar que los pinten en edificios históricos y los destrocen. Por ello se dispuso esta calle. Esto no quita para que sea un sitio precioso.

Nos dirigimos a los canales y vemos a su orilla el Dulle Griet o, en castellano, Rita la cantaora, que es un supercañón de inicio del SXV. Este cañón de más de 12 toneladas sólo hizo un disparo en su historia y muy bien no salió.

Al otro lado está la casa de Aljin. A simple vista es como una corrala con casas humildes, que en su día sirvió como hospital y actualmente como museo etnográfico, más dirigido a los niños.

Pasamos por las estrechas y flamencas calles de Patershol rumbo a Gravensteen o Castillo de los condes de Gante.

Este imponente castillo data de 1180, pero no fue el primer castillo que se hizo en ese emplazamiento, ya que existían fortalezas en la misma ubicación desde el SIX para combatir las incursiones de los Normandos.

El castillo cayó en decadencia y fue usado como hilandería en 1807, y también se usó como casa dormitorio para los trabajadores. Pero poco después se llevaron la fábrica a las afueras, quedando este en el olvido debido a que era un símbolo de represión e inquisición. No fue hasta finales del SXIX cuando se decidió recuperarlo; aunque no se consiguió terminar y volvió a deteriorarse. Pero en 1980 se terminó de reformar.

Seguimos la visita con el Manneken Pis, sí, en Gante, no me he colado: hay un Manneken, representando al pequeño Balduino, hijo de Felipe de Alsacia, que en una procesión dirigida por el abad aprovechó para pasearse en pelotillas sin saber que su padre y el abad se odiaban. Así que el padre decidió grabar en piedra la escena que tanto cabreó al abad.

Si te ha entrado hambre, puedes pasar por el Gran Salón de los Carniceros, que actualmente es un mercado de promoción de productos de Flandes.

En el centro tenemos el mercado del grano. La primera vez que lo visité, tardé un rato largo en encontrarlo. Hasta que pregunté y me dijeron que estaba en él, que era la plaza.

En la plaza está el antiguo edificio de Correos, que actualmente es un centro comercial y la iglesia de San Nicolás, una imponente iglesia gótica del SXIII, dedicada al santo de los comerciantes.

A espaldas de la plaza se encuentran los muelles de Graslei y Korenlei, uno a cada orilla del río y comunicados por el puente Grasbug. Juntos forman el antiguo muelle medieval y está rodeado por edificios históricos. Es uno de los mayores atractivos turísticos de la ciudad.

Cruzamos el puente de San Miguel desde el cual tienes unas vistas preciosas de la ciudad entera y visitamos la iglesia de San Miguel, que se sitúa en el lugar que ocupaba antiguamente la abadía de San Bavón. Destaca por: su estilo gótico, su homogeneidad y por albergar un cuadro de Van Dyck.

La iglesia se dio por acabada en 1672 y su torre, que debía haber medido 131 metros, se quedó en unos 23.

Volvemos a la estación por Veldstraat, que es la principal calle comercial de la ciudad, y aunque hace tiempo estaba lleno de comercios locales, ahora es como cualquier otra calle comercial de Europa con cadenas internacionales.

Ya en Bruselas nos dirigimos a la casa de Caroline: una boxeadora que nos cedió parte de su casa en Anderlecht, una persona super acogedora. De camino nos encontramos una especie de mercado de abastos, con muchos productos que no había visto en la vida y en el que la mayoría de los viandantes eran africanos. También me ofrecieron costo varias veces; no sé si es práctica habitual o me vieron cara de consumidor; creo que en Google Maps aparece como "La 2 boi", pero no he encontrado información sobre ello.

También de camino aprovechamos para comer en un kebab. No sé lo que tienen los Kebab de Bruselas... que no me sientan mal y puedo hacer una digestión normal y corriente.

Dejamos las mochilas y cogemos un autobús al centro y buscamos al trío de meones de Bruselas, que aunque el Manneken es el famoso, hay otros dos.

Empezamos por el niño meón, el más antiguo, que data de 1619: esta colosal estatua de más de 60 cm de alto no es la original, sino que es una réplica, ya que el original tuvo que ser guardado en un museo junto a sus más de 800 trajes, para evitar los actos vandálicos.

Su origen es el homenaje a un niño que durante un sitio se sacó la chorra y meó sobre una carga de dinamita que pretendía romper las murallas de la ciudad... y así la apagó.

Seguimos por el Zinneke Pis: que representa a un perro cimarrón meando. Es del año 1998 y simboliza la multiculturalidad de la ciudad, aunque la gente de allí le tiene mucha tirria.

Terminamos con Janneken Pis: la niña meona, que fue encargada por el dueño de Delirium, en 1987, y tampoco tiene más historia. Pero allí puedes visitar la cervecería de Delirium, la famosa cerveza de los elefantes.

Delirium es una cerveza que nace en 1988 con su cerveza Delirium Tremens, dentro de una cervecería más antigua. Empezó con la hermandad del elefante rosado y rápidamente creció, incluyendo una inversión, en 1992, de 120 millones. Actualmente tienen varias marcas y variedades en su carta pero lo que nos acontece en estos momentos es la cervecería. Es como una casa de locos: escaleras, mesas, distintas salas, barras… no sabes muy bien donde estás y, con un par de cervezas, menos aún. Dicen que tienen más de 2000 cervezas, pero yo sólo vi unas 40 por barra y algunas repetidas; aunque no descarto que hubiera alguna tienda de botellas donde tuvieran esas 2000.

Entonados empezamos la visita a la Isla de Saint Gery, que da nombre a Bruselas, que significa "asentamiento sobre el pantano"; pero a día de hoy, ni queda agua, ni río, ni leches en vinagre, puesto que a finales del SXIX el río Senne fue cubierto.

Bruselas fue una importante ciudad pesquera, pero con la revolución y los vertidos de tóxicos a los ríos dejó de serlo por causas obvias.

Llegamos al primer gran edificio, el Palacio de la Bolsa, de 1873 y que destaca por su estilo neorenacentista, con sus columnas y leones, y por que está construido sobre un convento del SXIII. Actualmente se utiliza para exposiciones culturales.

A pocos metros se encuentra la icónica Grand Place, patrimonio de la humanidad. Destaca por su arte ornamental y los edificios gremiales que la rodean, al igual que en Brujas, pero a lo bestia. Además del Ayuntamiento, que es, sin duda, la construcción más llamativa: con su torre de casi 100 metros y la Casa del Rey, donde tienen los vestidos del Manneken.

Este lugar ha sido testigo de muchísimos hechos históricos de gran importancia. Fue el lugar preferido de la Inquisición para quemar brujas y protestantes, pero tanto antes como después era el lugar común de festejos y ajusticiamientos.

En el SXVII sufrió grandes destrozos por los bombardeos de los franceses y la reforma de la plaza le da su aspecto actual con esa mezcla de estilos.


La siguiente parada fueron las galerías de San Humberto, que fueron las primeras galerías comerciales de Europa, incluso antes que La Vaguada.

Construida en 1847, destaca más por su arquitectura que por sus tiendas (la mayoría son joyerías y alguna tienda de chocolate, no apta para cualquier bolsillo).

Ponemos rumbo este y pasamos por la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula, esta última santificada por aguantar a sus padres, que poco la querían para ponerla ese nombre.

Tardó en construirse casi 300 años, acabándose en 1500 y estando construida en el cruce de dos importantes caminos, Colonia – Flandes y Amberes – Mons.

Esta catedral era por entonces colegiata, ya que hasta el año 1962 no fue catedral, sino el sitio elegido para la coronación de Carlos V, y también el sitio elegido por los reyes belgas para celebrar sus bodas.

Otra parada es la iglesia de Santa Maria del Sablon, dedicada a la monja guerrera, que con su propio espadón aniquiló a miles de infieles.


Cruzamos el parque de Bruselas, que a pesar de no ser muy grande, es el principal pulmón del centro y fue usado como finca de caza de la realeza, en dirección al Palacio de Justicia.

Este edificio, construido en 1866, es uno de los edificios de piedra más grandes del mundo. Para su construcción se demolió un barrio de 3000 viviendas. Por último, comentar que la cúpula no es la original: los nazis, al retirarse de Bruselas, la quemaron, y al reconstruirla no respetaron la original.

Para cenar queríamos probar el conejo a la Kriek y, andando por el centro, hay muchos relaciones públicas que intentan meterte a sus locales. Huid de esos locales como alma que lleva el diablo. Hace años comí en uno y bien, pero esta vez el resultado fue grave, muy grave.

Nos pusieron una Super8, que no se con qué la rebajarían o qué demonios llevaba que estaba asquerosa; la comida, muy lejos de lo que pedimos; y la digestión horrorosa, menuda noche.

Por suerte y antes de acabar el día, una imagen cotidiana nos dio fuerzas para luchar por algo mejor. Allí se nos aparecieron Don Quijote y Sancho Panza y nos guiaron hacia un destino que, en todo viaje, visito sin querer: el Toone, el teatro real de marionetas. Está escondido tras unos preciosos callejones y dispone de una taberna de madera muy acogedora, con muy buena cerveza.

La mañana siguiente aprovechamos para visitar la Basílica del Sagrado Corazón, que a pesar de no ser muy conocida es la quinta iglesia más grande del mundo.

Está construida en Art Decó y empezó a construirse en 1905, pero tuvo que paralizarse por las dos guerras mundiales y por ello no fue acabada hasta 1969.

Muy cerquita está el acuario público, que a diferencia de otros grandes acuarios, este es un pequeño acuario, con la mayoría de peces de ríos en vez de especies marinas, recreando distintos ecosistemas, muy didáctico y con audioguías en español.

Terminamos y vamos al pueblo de chocolate, guiados por unas marcas que había en el suelo, el Belgian Chocolate Village. En él, te muestran la historia del chocolate y del cacao, así como el proceso de fabricación, e incluso puedes hacer postres de chocolate con ellos.

Para terminar el viaje visitamos el Atomium, que es una molécula de hierro de 105 metros de altura y que cuenta con el ascensor más rápido del mundo; las exposiciones de dentro no son nada notables y aunque en la planta superior tienes unas vistas espectaculares, no vale ni de cerca los 12 euros que cuesta la entrada; además, en la cafetería de arriba tomamos el peor y más caro chocolate que probamos en Bélgica: básicamente nos dieron un cola-cao.

Pero no menos decepcionante fue la visita al Little Europe, a pocos metros del Atomium, también a un precio desorbitado: expone en miniatura algunos elementos representativos de ciudades europeas.

Para quitarnos el mal sabor de boca comimos en Noordzee, que es como una pescadería bar, donde puedes ver el género y pedir que te lo hagan. Todo super fresco y muy bueno.

Ahora sí, cogemos el bus y, tras casi una hora, llegamos a Charleroi, el otro aeropuerto de Bruselas que está a tomar saco. Pero con tiempo, no hay problema.







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