Lisboa, El arte del desastre.
Un buen destino urbano de verano puede ser Lisboa, los vuelos son económicos, la temperatura se puede aguantar y sigue habiendo vida en las calles.
Para llegar recomiendo no usar TAP, fue mi primera vez y hubo un error en el proceso de reserva, nos dijeron que nos devolvían el dinero pero eso nunca pasó.
El aeropuerto de Lisboa está muy bien comunicado, puedes ir al centro tanto en autobús como en metro sin tener que pagar un transporte especial.
Lo primero que hacemos es llegar al hotel a dejar las cosas, Luzeiro Suites, donde pase una de las situaciones más desagradables que me han pasado nunca en un hotel, resulta que teníamos una reserva para dos personas, pero que a mitad de la reserva cambiaban los huéspedes e intentaron hacernos creer que teníamos que pagar dos reservas, no atendiendo a razones, de que no éramos 4 personas, sino dos personas se iban y entraban otras dos. Al final sabiendo que teníamos la ley de nuestro lado cedieron, pero fue un altercado muy desagradable, ya que ellos sabían que no tenían razón pero a cualquier precio querían sacarnos el dinero.
Era tarde y solo quedaba tiempo para cenar, la mayoría de sitios que tenía en la lista estaban cerrados y encontramos un sitio abierto en el barrio alto, que es el barrio hípster como el Malasaña de Lisboa.
El sitio se llama Tasca do Chico, es un restaurante brasileño, la calidad es normal, la carta corta y el precio bastante caro para lo que es.
Para terminar el día teníamos una cita en un lugar mágico, en el Bistro 100 Maneiras, donde nos invitaron a probar su cerveza.
Bistro 100 Maneiras es uno de los 13 restaurantes con estrella Michelin de Lisboa. Su chef Ljubomir Stanisic, yugoslavo de nacimiento llegó a Portugal con 19 años y abrió su primer 100 Maneiras en Cascai con 26.
100 Maneiras se refiere a que hay muchas maneras de hacer las cosas, la ausencia de reglas y la estimulación de creatividad, la verdad que con solo echar un vistazo al sitio puedes comprobarlo.
La cerveza es Pale lager muy sencilla, ligeramente especiada y que deja muy buen gusto, además es ideal para el lugar donde está ya que te deja el paladar muy limpio.
El sitio es espectacular, una lástima que no pudiéramos cenar allí, con una decoración muy acogedora y un ambiente cálido.
Acabada la cerveza y con mucha pena salimos del local para enfrentarnos de nuevo a las cuestas de Lisboa y volver a nuestro hotel.
Nuestro segundo empieza con una reunión en la oficina de Turismo de Lisboa, donde nos dan nuestra City Pass y nos recomiendan otro montón de sitios. El City Pass de Lisboa está muy bien de precio y se amortiza rápidamente.
La oficina está cerca de la plaza del mercado, donde hay muchos museos, pero al ser lunes todos estaban cerrados y nos fuimos al barrio del Castillo, que está en una colina al Este de la plaza.
Lisboa, está rodeado de colinas, dicen que 7, pero en realidad son 8. La necesidad de parecerse a Roma en época cristiana les hizo olvidarse de una colina.
La colina de San Jorge que es la que visitamos fue la primera en ser habitada y su fortaleza la que arrebataron los Portugueses a los musulmanes durante la reconquista allá por el año 1147.
El nombre de San Jorge viene como homenaje a este patrón de los cruzados.
Antes de empezar a subir reponemos fuerzas en un sitio que se llama Brunch café, es como de desayunos ingleses, de calidad media y precios altos. Soy más de desayunar mi buen bocata de jamón con el café que al final estas chuminadas. Pero había hambre y estaba abierto.
Justo al lado estaba la Iglesia de Nuestra señora de la concepción, o al menos lo que queda de ella.
Su origen se remonta a 1496 cuando fue construida sobre la antigua sinagoga. En su día fue el segundo mayor templo de Lisboa, solo superado por el monasterio de los Jerónimos.
La iglesia se fue ampliando poco a poco hasta el punto que contó con casa de misericordia, orfanato, mercado de flores y especias…
Con el terremoto de 1755 el edificio quedó casi destruido. El hospital fue trasladado y la iglesia no contaba dentro de los planes de reconstrucción de la ciudad. En 1837 la iglesia quedo abandonada y se planteó convertirlo en edificios comerciales.
En 1940 corría el riesgo de hundimiento por infiltraciones de humedad y tras varias reformas desde entonces luce el aspecto actual, que tiene al haber reutilizado partes antiguas de distintas épocas y otros elementos más modernos.
Seguimos subiendo y el siguiente punto es la Se de Lisboa o la Catedral de Santa María la Mayor. No es una gran catedral como las que tenemos en España, pero es la sede de la diócesis.
Aunque el templo data de 1247 se cree que en esa ubicación ya había templos paganos, romanos y árabes.
Esta es una de las pocas atracciones que no cubre el City Pass de Lisboa y es por ello que no entramos.
Desde aquí subimos hacia el mirador de Gracia, en un momento de la ascensión el GPS nos cruza por dentro del Palacio de los Condes de Belmonte. No sé si siempre está abierto o no, pero es un buen recorrido, pasa por un parque para perros, sin muchos perros, la verdad es de las ciudades con menos perros que he visto, y entre ruinas y arte urbano te lleva a la calle de Santo Tomé.
Desde allí subimos hasta el mirador de Gracia. Un buen lugar para disfrutar de una cerveza, ya que tiene muchísima sombra natural y es un lugar muy fresquito, además la cerveza portuguesa industrial es bastante mejor que la española y al menos la disfrutas.
Es un lugar famoso por sus vistas, al igual que el siguiente mirador, muy cercano que se llama Nuestra señora del monte, pero que en realidad visitamos porque está muy cerca de la cervecería 8ª Graca, pero por desgracia estaba cerrada.
Así que desde allí nos bajamos hacia el Castillo de San Jorge. De lejos no nos pareció un castillo espectacular y luego de cerca tampoco. Eso sumado a que había una cola kilométrica y que no está incluido en el Citypass nos hizo decantarnos por no visitarla.
En su localización se han encontrado restos de civilizaciones lusitanas, fenicias, griegas, cartagineses y romanas y posteriormente fue ocupada por suevos, visigodos, musulmanes y cristianos.
Ya en hora de comer nos dirigimos a uno de los restaurantes que tenía marcados O Trigueirinho, pero tras 20 minutos de espera a que nos atendieran, sin tener mucho jaleo decidimos cambiar a otro lugar, ya que no veíamos mucho interés en atendernos.
De casualidad encontramos otro restaurante, escondido a ojos del público que se llama Chapito a Mesa.
Para llegar tienes que atravesar una tienda y bajar al patio de una escuela de circo. Allí encontramos a un camarero y nos dijo que tendríamos que esperar como media hora y allí esperamos hasta que nos hicieron subir al restaurante, que se accede por una estrecha escalera. Al llegar arriba el restaurante estaba prácticamente vacío, solo 3 o 4 mesas de las más de 20 que había. Todo parecía una broma.
Por suerte nos pusieron en una mesa con unas vistas maravillosas. Comimos pulpo y pollo piri piri y ambos platos estaban muy bien.
El calor en esta época es mortal en Lisboa, así que descansamos un poco en el hotel antes de volver a las andadas.
De vuelta a la realidad nos toca visitar el barrio de Príncipe Real.
Es un barrio que se está poniendo de moda, antiguo barrio rico lleno de palacetes y que ahora se están transformando en apartamentos de lujo muy caros.
En sus calles también puedes encontrar galerías de arte, restaurantes de lujo y tiendas de artículos de diseño.
Tiene dos puntos verdes, uno es el Jardín de Príncipe Real, donde además tienes varias terrazas y siempre tiene mucho ambiente y el otro, el mirador de San Pedro de Alcántara, quizás el sitio más instagrameable del barrio.
No nos podemos ir del barrio sin visitar su mejor local. Cerveteca, es un espacio cultural donde puedes disfrutar de varias referencias de cerveza artesana en barril. Un lugar de reunión donde pudimos descansar las piernas y tomar una tabla con 5 cervezas distintas.
Ya es de noche y para cenar bajamos a cenar hasta el Time Out Market.
Durante la caminata pasamos por la Asamblea de la Republica ubicada en el Palacio de Sao Bento, que se construyó como monasterio en el S XVI pero que tras varias remodelaciones se usó como sede de la asamblea. Una cosa curiosa es que justo en frente en una especie de barco de madera vive un activista, pero no sabemos cuál es su reivindicación.
El mercado del Time Out lo visitamos varias veces durante el viaje, ya que tiene de todo.
A la entrada tienes un señor que te ofrece droga, luego tiene una zona de mercado de abastos y luego una zona grande con muchas mesas corridas y alrededor un montón de sitios de comida de todo tipo. En muchos de los sitios puedes comprar para comer allí o comprar producto para llevártelo a casa. Los precios son bastante asequibles si lo comparas con mercados similares en España como el de Vallehermoso o San Antón.
Esta vez cenamos de petiscos, pinchos en castellano. Pillamos varias cosas típicas portugueses y también unos quesitos, además en el centro hay una barra de grifos de cerveza donde puedes servirte la que te guste.
Empieza el tercer día y decidimos andar en dirección al centro hasta encontrar un sitio para desayunar. Encontramos un sitio que se llama Versailles. Era un local de estilo Luis XIV y con camareros de uniforme inmaculado muy amables, pero la calidad de los productos es más bien bajita.
Desde allí cogemos un autobús que nos deja en la misma plaza del comercio.
Esta plaza tiene mucha historia. Antes del terremoto era la residencia de los reyes, pero tras él se decidió no edificar y usarla de punto neurálgico. Esta plaza ha sido testigo de uno de los episodios más importantes de Portugal como fue la revolución de los claveles, la cual derroco al dictador Salazar.
Durante mucho tiempo se usó simplemente como aparcamiento, pero ahora ha sido reformada y es lugar de reunión en muchos eventos de la ciudad.
El primer museo que visitamos es el Lisboa Story Center.
La visita se hace con una audioguía que dura algo menos de una hora, donde nos cuenta toda la historia de Lisboa, desde sus primeros pobladores prehistóricos hasta la actualidad. Lo más curioso es el cura volador, Bartolome de Gusmao que en el 1709 invento el globo aerostático y toda la historia del terremoto.
El siguiente Museo es el Museo del Bacalao que está justo al lado. Este museo está solo en portugués e inglés.
Cuenta la historia del bacalao y su importancia en el país. Pero… ¿Por qué se come tanto bacalao en Portugal si no es un pez que viva cerca de sus costas? Pues la historia del bacalao se remonta al SXIV cuando los portugueses hacían muchas expediciones por el Atlántico. El primer bacalao se pescó en las costas de Terranova, Canadá y pronto se hizo popular por su facilidad para salarlo y aguantar largos viajes.
Poco a poco se fue introduciendo en la dieta lusa, sobre todo en las zonas de interior. Además el bacalao es rico en proteínas y barato y podía suplir otros alimentos como la carne.
La siguiente parada aun dentro de la Plaza del Comercio es el Arco de Rua Augusta.
Así de primeras podríamos pensar que es un arco de origen romano, pero… recordáis que Lisboa fue arrasada por el terremoto de 1755? Pues bien, obviamente este arco es posterior. Se construyó uno en 1775 que fue demolido dos años después y el actual es de 1875.
Este arco es la entrada principal a la Plaza del Comercio. En su fachada podemos encontrar a 4 de los héroes más representativos de Portugal. Vasco de Gama, Viriato, Marques de Pombal y Nuno Alvares de Pereira, este último era el único que no me sonaba, pero fue un héroe en la intendencia portuguesa de Castilla.
Desde aquí y atravesando parte del Barrio Alto o Chiado vamos hacia el Museo de Arte contemporáneo de Chiado.
Lo primero que nos encontramos al entrar es una exhibición de Monguerwalk que nos impedía la entrada. El recepcionista nos miró compasivo como diciendo, si, yo también lo estoy viendo.
Y es que tuvimos la suerte de que nos amenizaron la visita con una performance, una gente que andaba como si tuviese las articulaciones del revés o que se les hubiese olvidado como se anda, y no solo eso, si no que comían galletas mientras miraban al infinito y todo esto bajo el escudo del arte. Miedo me da el futuro.
Como museo de arte contemporáneo es uno de los más extensos que he visto, pero también de los más flojos y con menos obras que me hayan despertado algo.