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Rabat, África cercana

Actualizado: 16 ago 2022

Este fue mi primer viaje a África y a un país musulmán, y he de reconocer que al principio me inquietaba un poco el cambio de cultura y cómo moverme por allí... pero una vez allí me di cuenta de que eran todo prejuicios. Y de que es una ciudad acogedora y de lo más segura. Seguramente la ciudad más europeizada de Marruecos.

El día de llegada fue tarde y el proceso para salir del aeropuerto es muy lento. Por cierto, a tener en cuenta, cuando llegué encendí los móviles y conecté uno de ellos al wifi del aeropuerto: éste, automáticamente, me cambió la hora a una hora menos, así que me tiré todo el viaje pensando que era una hora menos de la que era y enfadándome porque todo lo cerraban antes de tiempo. Así que no cambiéis la hora cuando lleguéis, ¡que tienen la misma hora que aquí! Menos mal que vinimos con tiempo al avión de vuelta...

Una vez fuera del aeropuerto, quedaba lo más difícil y el momento más inquietante del viaje: no sabíamos cómo funcionaban los autobuses. Tampoco los vimos. Fuimos a la parada de taxis pequeños azules, y desde allí, sin decir nada, nos llevaron a otros taxis más grandes. No nos querían decir cuánto nos cobraban, asi que decidí poner yo el precio (200dh, 20€), pero cuando estábamos dentro del taxi, el taxista me dice que 600Dh y yo le dije que no, que tenía 200. Y entonces ése que parecía ser el cabecilla del grupo nos hizo salir y buscar a otro taxista.

Este segundo taxista ya nos llevó a nuestro destino. Fue muy amable e intentaba conversar con nosotros y explicarnos cosas de la ciudad a pesar de la dificultad para comunicarnos por el idioma; eso sí, el momento confusión y agobio en la parada de taxis no te lo quita nadie. A partir de ese momento decidí usar Careem para los viajes: es una app tipo Uber y te da un precio aproximado, que suele ser menos de lo que te marca, y es muy económico y sobre todo, sin esos pirateos, ni trapicheos de los taxistas.

Durante el trayecto descubrimos que el alojamiento no estaba en Rabat, sino en Agdal. Digamos que Rabat está dividido en 3 partes: Salé, donde está el aeropuerto, que es un lugar menos turístico y con mucha vida local. Rabat, justo al otro lado del río, la capital de Marruecos. Y más al sur, Agdal, donde estábamos alojados; una zona más residencial y más tranquila, la verdad que un acierto.

El hotel o apartahotel Dayet Ifrah Rent Inn era más que correcto; aunque en la ciudad los precios son baratos, los hoteles no van acordes con el resto de las cosas, pero cumplió todas las expectativas.

A la hora que llegamos sólo quedaba tiempo para cenar... y de milagro. Una de las pocas cosas que había abiertas era un restaurante de comida rápida, Tacos de Nice. Los tacos allí tienen pan de pita, relleno de queso, salsas, patatas y lo que quieras echarle, original y muy bueno.

Al día siguiente lo primero que hacemos es comprar una tarjeta SIM para usar en Marruecos, ya que las tarifas de España para usar allí son altísimas, y por unos 5€ tienes datos y llamadas para todo el viaje (incluso sin cambiar de número). Lo hicimos en una tienda de INWI, super amables, y nos dejaron todo configurado.

Ahora ya con GPS empezamos nuestra ruta turística. Primero pasamos por curiosidad por Arribat, un centro comercial recientemente inaugurado que se ha convertido en el más grande de todo el continente.

Arquitectónicamente no deja indiferente a nadie, combina los materiales modernos como el metal con los motivos geométricos típicos de la cultura árabe. Eso sí, al revés que aquí, allí todas las marcas que aquí son accesibles para todos los bolsillos, allí son como de cierta categoría. No esperes encontrar mejores precios que aquí.

Después de esta visita nos vamos al centro, pasando antes por el Palacio Real. Actualmente el rey no vive aquí, pero sí viven más de 2000 trabajadores de éste.

Si se puede entrar, lo desconozco, pero tiene pinta de que no. Hay muchísima seguridad, con armas de fuego alrededor del recinto y no te miran muy bien si te acercas o sacas fotos.

Seguimos bajando por una larga calle, en la que se sitúa a un lado la zona universitaria y las embajadas, y al otro unas grandes instalaciones deportivas.

Esta calle va a desembocar a La puerta de Bab Rouah, que traducido es como La puerta del viento de Dios. Es una de las 5 puertas de la ciudad, data del año 1197 y está en perfecto estado de conservación. Dentro tienes una galería de arte e historia gratuita.

Seguimos con los museos y vamos al museo de arte contemporáneo Mohammed VI. Este museo abrió sus puertas en 2014, el primer museo de este arte en África. El acceso también es gratuito e incluso nos miraron raro cuando preguntamos el precio.

Dentro las obras expuestas chocan con los prejuicios que llevábamos de Marruecos, como una colección de fotos de hombres maquillados. Una visita más que recomendada.

Para comer fuimos a un restaurante que nos recomendaron pero estaba cerrado y comimos en un restaurante local que estaba al lado; no sé el nombre, ni aparece en Google. Comimos de lujo por algo menos de 7€ y probamos el tajine, el guiso típico marroquí.

Después fuimos a la media de Rabat. Justo a la entrada hay varias pastelerías con unos dulces espectaculares. El precio de cada uno ronda los 40 céntimos, son sobre todo a base de frutos secos y miel, y no os asustéis de la cantidad de abejas que hay sobre la repostería ni de la nube de ellas que tienes que atravesar para llegar al mostrador.

Ya en la medina, predominan las tiendas de ropa, tecnología y especias. Por lo que me han dicho, no es comparable con la presión que ejercen los comerciantes en otras medinas. La verdad es que en ningún momento nos sentimos agobiados, ni presionados; si entras en una tienda te atienden amablemente y ya está; además, hay mucha seguridad y es un lugar muy seguro en el que reina el caos, calles estrechas, mucha gente, calor incluso en febrero... perros abandonados e infinidad de gatos, como en toda la ciudad. La razón es incierta, pero parece ser una mezcla de leyendas y de costumbres, desde que se cuenta que el profeta del Islam era amante de los animales, hasta que son un símbolo de higiene y buena suerte, pasando por que les protegen de espíritus y plagas. A eso hay que unirle que el Islam no permite ni el maltrato animal, ni el tirar comida, así que los animales callejeros están bien alimentados y protegidos. Lógicamente, a esto también hay que sumarle que no se esterilizan, pero hay que destacar que a pesar de la cantidad de gatos y el calor, en ningún momento sentí el olor a gato o a orina.

Ya para terminar con la medina quiero destacar las tiendas de zumos frescos que te hacen en el momento y los precios suelen rondar los 0.50€.

El mercado termina muy cerca del cementerio de los pescadores, este cementerio es algo espectacular, hileras de miles de tumbas orientadas hacia La Meca, en la ladera de una colina con vistas al mar, y al fondo el faro de Rabat. Más tarde nos dimos cuenta de que hay otros muchos cementerios o mini cementerios o simplemente tumbas sueltas por muchas partes de la ciudad.

Muy cerquita también esta Kasbah de los Oudayas. Te lo puedes encontrar escrito de cientos de formas: Casba, Qasbah…

Esta fortificación nació con el objetivo de la protección de Chellah y la entrada por el río Bou Regreg sobre el año 1121. Fue abandonada y repoblada en su gran parte por extremeños de un pueblo llamado Hornachos, moriscos expulsados de Castilla en el año 1609, que fueron los que crearon esta ciudadela de color azul. También hasta aquí se mudaron muchos judíos y otros desterrados.

Observamos que había una casa en la que ponía Dar Baraka y todo el mundo se fotografiaba allí, pero por más que preguntamos, nadie nos contaba el porqué. Más que nada, porque no lo sabían.

No encontré nada en español, ni en ningún idioma que me explicará el porqué de la fama de esa puerta, pero, tras una ardua investigación con gente local... lo conseguí.

Dar Baraka es como casa de la suerte o casa bendecida. Eso me resulto más fácil de adivinar. Pero por qué ese nombre, es lo curioso.

Resulta que la ciudad sufrió un sitio y la comida empezó a escasear, así que la gente tuvo que tirar de lo más descabellado: gaviotas, perros o gatos... incluso dicen que algún cadáver también.

Pero estos animales también empezaron a escasear y en ese momento la familia que vivía en esa casa encontró un gato y, en vez de matarlo, lo escondieron para protegerlo. Cuando el sitio acabó el gato salió y condujo a esta familia hacia un gran tesoro escondido.

Otro de los lugares que no puedes pasar por alto es el Café Maure y tomar un té moruno con unas vistas espectaculares del río. Eso sí, te sientes un poco acosado por las mujeres de los tatuajes de gena.

Por último también podemos visitar los jardines andalusíes, construidos durante la colonización francesa, hace poco más de 100 años, y como todo en Rabat, gratuitos.

Bajamos por Rue Des Consuls, que en sus inicios era la calle de los consulados europeos y ahora es una calle de artesanos de todo tipo.

Esta calle desemboca en Mellah, lo que aquí conocemos como juderías; barrios en los que aislaban a los judíos, aunque tenían grandes casas y vivían bien. Solían estar cerca de los palacios, ya que los judíos solían tener habilidades que le eran muy útiles a los poderosos. Actualmente es también un mercado.

Nos avisaron que por la noche no es un lugar seguro, aunque a mí no me lo pareció ni lo más mínimo. De todas formas también era hora de volver y disfrutar de las vistas nocturnas de la ciudad. Ya que teníamos que hacer el paseo a pata desde Rabat a Agdal.

También pasamos por la Catedral de San Pedro, una catedral moderna del año 1921 y que vuelve a derribar esos prejuicios que tenemos sobre la sociedad musulmana que no tolera otras culturas o religiones. Ya que está abierta al culto y es algo normalizado, y me atrevería a decir que el toque de campanas de la iglesia como llamada al rezo está más normalizada allí... que el canto desde un minarete aquí.

La visita a la catedral es libre y gratuita.

El segundo día lo iniciamos con la visita a Chellah, y como casi siempre, hicimos el trayecto a pie. Y lo que son 3 kilómetros escasos en línea recta, se convierten en 6 cuando tienes que rodear el Palacio Real (durante esa vuelta tampoco vimos ninguna entrada, lo que me hace pensar que no es visitable).

Esta antigua ciudad es la precursora de la actual Rabat, y seguramente también de la actual Salé. Se tiene constancia de que fue habitada por los romanos, pero se cree que hubo cavilaciones previas de fenicios o cartagineses.

Después de ser abandonada se recuperó como necrópolis o ciudad funeraria de 10 hectáreas, en 1339.

Alguna de sus curiosidades son que sus acequias son alimentadas con acueductos subterráneos romanos, que cada año se celebra un festival de jazz o que sus actuales habitantes son las cigüeñas, pájaro sagrado en su cultura.

Es el único sitio de pago y el coste ronda los 6€.

Tomamos rumbo a Salé, pero antes pasamos por el mausoleo del Rey Mohamed V, previamente Sultán de Marruecos, que, debido a su oposición al protectorado francés, tuvo que exiliarse, aunque terminó volviendo debido a las rebeliones por la independencia, consiguiéndola en 1955.

Murió poco después en 1961, cuando se empezó a construir el mausoleo que terminó en 1971.

Fue un rey muy querido en Marruecos, ya que aparte de conseguir la independencia por sus medidas sociales, como por ejemplo durante la Guerra Mundial, contradijo las leyes antisemitas del gobierno francés. Otro golpe a los prejuicios: musulmanes defendiendo a creyentes de otras religiones, y otro dato curioso, resulta que no sólo los alemanes eran antisemitas.

A ver, tampoco ahora os penséis que Marruecos es el paraíso de las libertades. Que en el mausoleo están enterrados el Rey Mohamed V y sus dos únicos hijos varones. Sus mujeres y sus hijas no sé dónde andarán.

Justo al lado del mausoleo hay una gran mezquita que no pudimos entrar, por no ser musulmanes.

Al otro lado de la explanada está la Torre de Hassan. Es el minarete de una mezquita que nunca se llegó a construir, ya que el rey que la mandó construir en 1195, murió 4 años más tarde y no se terminó. Y no cumplió el objetivo de ser el minarete más alto del mundo, ya que se proyectó con 86 metros y se quedó en 44, aunque ha sido un lugar de mucha importancia para la población marroquí. Por ejemplo, desde aquí el rey organizó la independencia de Marruecos.

Como curiosidad esta torre puede que os suene porque es muy parecida a la Giralda.

La siguiente parada era Salé. Para ir, cruzamos andando el puente del río, no muy recomendable, con el calor que hace, y porque para cruzar, los pasos de cebra están sobrevalorados. Pero tienes un bonito paseo a horas de sol bajo.

La entrada principal es por la impresionante Bab El-Mrissa o La puerta de Marisa en Español, ya que la actual puerta fue diseñada por un arquitecto andaluz en 1270 y se la dedicó a su suegra.

Antes de eso, esta puerta era la entrada a la ciudad desde el puerto, pero en barco. Curiosamente era un canal lo que por allí pasaba. Este puerto fue famoso por ser la salida de los buques que atacaban Algeciras en 1285.

La ciudad de Salé fue castellana, pero no creo que nos recuerden con mucho cariño. Fue llegar, hacer la mayor matanza jamás registrada en la ciudad, mientras celebraban una fiesta, incluyendo mujeres, niños y ancianos y, tras 15 días que vieron que no podían mantenerla, la quemaron y salieron por patas.

Entre los años 1627 y 1668 fue una república independiente que se dedicaba básicamente a la piratería. Fueron sobre todo descendientes de españoles expulsados quienes la fundaron. Incluso el idioma utilizado era el castellano y comprendía tanto Rabat como Salé.

En 1755 la ciudad sufrió un Tsunami provocado por el terremoto de Lisboa, aunque no provocó el abandono, pero sí dejó un panorama desolador. En la actualidad es una ciudad con mucha vida cultural y social a nivel local, y choca muchísimo con su vecina Rabat. Es un lugar prácticamente sin turismo y una gran oportunidad de sumergirte en su cultura.

Nada más pasar la puerta nos encontramos una calle relativamente ancha, aunque muy ancha si la compramos con el resto de calles. En ella hay varios restaurantes con pequeñas terrazas donde poder comer disfrutando de escenas cotidianas de la vida local.

Entramos en un Snack, que es como un sitio de comida rápida. Tienen pizzas, bocatas y Tajines, pero todo casero. Tocamos a la friolera de 2.5€ cada uno.

Después nos dirigimos a la medina, metiéndonos en un caótico túnel con sensaciones encontradas: por un lado te sientes integrado en la cultura, por otro notas que te miran con sorpresa; visualmente disfrutas del espectáculo de los mercados, olfativamente sufres los fuertes olores a descomposición. Hay pollos vivos, ganado en tenadas limítrofes, pescado recién cogido.... pero la estrella de estos mercados son las especias; es más, solíamos parar en cada tienda de especias para quitarnos el mal olor de la nariz.

Para volver de nuevo a Rabat cogemos el tranvía. Son muy modernos y funcionan de maravilla. Nos bajamos en el centro, pero en vez de cruzar la muralla hacia la medina, esta vez vamos hacia los jardines Nouzhat Hassan: un parque de 4 hectáreas diseñado en los años 30 durante el protectorado francés.

Este día cenamos en casa con comida para llevar y una cerveza que por fin conseguí en una bodega que abría como dos horas al día. Nunca vayáis a un supermercado y preguntéis por la cerveza, te miran raro, más o menos como si fueras idiota. Se venden en sectores externos de los supermercados y suelen abrir muchas menos horas.

Compré Casablanca, y estaba bastante buena para ser una cerveza comercial.

El último día decidimos ir a Mahaj Riad. El primer tramo de camino le hicimos andando, pero entre la mochila, el calor sofocante y que esa gran avenida tampoco tenía mucho encanto cogimos un Careem a mitad de camino.

Esta zona es por así decirlo el barrio rico de Rabat. Junto con la ciudad financiera, es la sede de muchas empresas y se encuentra la delegación de la Unión Europea.

Es una zona muy moderna, con grandes y lujosos edificios y muchos negocios europeos; por ejemplo, la mayoría de los restaurantes son cadenas europeas.

Aquí los precios de la comida son equiparables a los de cualquier país europeo y no tiene mucho más encanto que observar el contraste respecto a la medina.

Cogemos Otro Careem al centro; creo que fueron como 4€. Este último día tiramos la casa por la ventana y fuimos a uno de los mejores restaurantes del centro, Dar Naji.

Tomamos Tajines de pollo al limón y vegetariano, además de postres y batido, por un total de 15€.

Además el personal es muy agradable e intenta, a pesar de las limitaciones del lenguaje, interactuar y explicártelo todo. Un lugar que debéis visitar si visitáis la ciudad. Además, con vistas a la medina, aunque en ese momento eran vistas a una obra.

Mientras hacíamos las compras de especias y dátiles por la medina, nos damos cuenta que no se puede presentar en el móvil el check-in del avión y como locos buscamos algún sitio donde imprimirlo, que no fue fácil. Tenedlo en cuenta para vuestro viaje.

Bajamos el estrés del momento con una cerveza en Casa Jose, uno de los pocos sitios donde puedes encontrar una cerveza en Rabat (y no esperes que sea barato).

Por último, para volver, como creíamos que íbamos con tiempo (porque teníamos una hora menos de la realidad), decidimos ir tranquilamente en el servicio de autobús que te lleva al aeropuerto. Pero no había ninguna información, ni en la parada, ni en internet ni nada, así que no os puedo dar más información, pero al final llegamos sin problemas.

Ya en el aeropuerto fue cuando al ver que todo el mundo embarcaba una hora y media antes de la salida del vuelo, nos dimos cuenta que el error era nuestro. Menos mal que fuimos con tiempo. Si no, con lo cerca que nos pilló la crisis del Covid, hubiera sido un problemón.


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