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Road trip por el Noroeste de Castilla

Actualizado: 23 dic 2020

Como la mayoría de todos nuestros viajes, que suelen ser improvisados, éste no iba a ser menos, así que fuimos sabiendo sólo que teníamos hotel en Río de Onor y Ponferrada.

Salimos dirección Río de Onor y por el camino nos encontramos un parque con una playa fluvial en Rionegro, lugar ideal para comer de picnic tranquilamente, darte un baño y descansar un rato para seguir nuestro camino. Además, había árboles frutales, de donde pudimos recoger el postre y provisiones para el camino.

Seguimos nuestro trayecto y hacemos un alto en un pueblo, del que nos llamó la atención su nombre, Villadeciervos, así que paramos a ver si por suerte, caminando por los montes, nos encontrásemos algún ciervo o algún lobo, ya que estábamos en la comarca de Sanabria, conocida por los lobos. Nos pusimos como objetivo un monte cercano, subida por un lado y bajada por el otro, y a pesar de lo bello de las vistas y del camino no encontramos en primera instancia ningún animal salvaje. Estaban todos en la siesta. A la vuelta llegamos a un río sin agua, y por el mapa vi que siguiéndolo llegábamos de nuevo al pueblo, pero me desorienté y cogí el que no era, y nos alejamos bastante del pueblo, subimos a una loma para desde allí buscar un camino y... cuál es la sorpresa de darnos casi de bruces con dos ciervos. Tuve la mala suerte de asustarme y asustarles a ellos, que salieron corriendo y sólo les pude fotografiar de lejos, pero eran dos machos de grandes cornamentas, cosa que me pareció extraña.

Volvimos contentos después de lo sucedido, ya que habíamos cumplido nuestro objetivo y seguimos la ruta hacia Río de Onor. Al llegar nos dimos cuenta que habíamos retrocedido en el tiempo, no sólo porque salimos a las 20:40 y llegamos allí a las 20:20, sino porque me recordó a cómo era mi pueblo cuando era pequeño: gallinas sueltas, los perros campan a sus anchas en las calles (salvo los malos, que están atados), señoras completamente de negro con el pañuelo que me recordaron a mi abuela, las llaves de la casa que me las dejaron en la puerta, por fuera puestas, y la casa abierta de par en par y no pasa nada. Para mí fue un reencuentro con mi niñez y me encantó.

Río de Onor es un pueblo que se separó en dos por la frontera de España y Portugal: Río de Onor en Portugal y Riohonor de Castilla en España, así que en el restaurante en el que cenamos dentro del pueblo, que no hablasen castellano teniendo España a unos pasos me resultó super curioso. Por cierto, el restaurante no era nada del otro mundo, pero está bien para un pueblo tan pequeño: estaba en el camping, y como es lógico si estás en Portugal, comes bacalao.

Por la mañana madrugamos un poco y dimos una vuelta por el pueblo. Precioso, por cierto. Un pueblo totalmente empedrado, con sus huertas a pie de río, en las que puedes coger alguna fruta para desayunar.

Volvemos al coche y buscamos un sitio para desayunar algo más consistente, pero hasta llegar a Puebla de Sanabria, donde tuve la suerte de aparcar en frente del hostal Carlos V, que tenía decenas de cervezas para elegir en mi desayuno, me decanté por una belga, una Waterloo dark strong con un pincho de tortilla.

Seguimos dirección al lago, disfrutando del paisaje, y llegamos a un aparcamiento donde había más coches para entrar al lago. El poco camino, pese a ser corto, fue un tanto tortuoso, aunque supongo que más adelante habría entradas más fáciles.

El lago es algo espectacular, encallado entre grandes paredes de piedras y un agua totalmente cristalina, y una sensación de relax y de paz impresionantes, donde puedes pasar horas allí y parecerían minutos, pero al final el hambre aprieta y hay que bajar y aprovechar el mercado de los lunes en Puente de Sanabria, donde me aprovisioné muy bien de cecina, embutidos de buey, jabalí y potro, y judías por si llega el Apocalipsis.

Al final del mercado y en una rotonda vimos un pulpeiro, que es mi debilidad, y en el bar de al lado -La Parada, se llamaba- te dejaban comerlo mientras ellos te servían la bebida. Buenísimo.

Retomamos la marcha dirección a Ponferrada, haciendo parada antes en Sanabria, precioso pueblo con unas grandes vistas.

Paramos después en la playa de Molina Seca, para remojarnos y tomar una siesta rápida al fresquito de los sauces. Al llegar a Ponferrada cenamos, y tomamos la última en La buhardilla de Jabalbeer, una cervecería artesana en la plaza de Ponferrada, donde probamos una saison con lima muy buena. Y a la camita para empezar con fuerzas el siguiente día.

EL siguiente día lo dedicamos a visitar el enorme castillo de Ponferrada, que sólo para recorrerlo echas un rato largo, y también para dar un paseo por sus empinadas calles, ver los puentes y el mercado de abastos, para llevarme un botillo. También coincidimos con un mercado, pero de frutas y verduras, con una pinta espectacular.

Después ponemos rumbo al lago de Carucedo, para echar una rápida ojeada, y camino a Las Médulas: una ruta sencilla pero espectacular, dejando el coche en el parking del pueblo. Para visitar este monumento seminatural sólo tienes que andar y contemplar su belleza; eso sí, cuidado con coger castañas, que se lo toman muy a malas.

Cansados y algo magullados, ya que decidimos subir a lo alto de una de las médulas, y eso es mala idea cuando tienes vértigo, nos vamos a León a hacer lo que más nos gusta: zampar y tomar cerveza antes de regresar a casa.

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